Un relato de Truman Capote .  Se publicó originalmente en la revista Mademoiselle en 1956, pero se volvió popular porque Cap...

Un recuerdo de Navidad

Un relato de
Truman Capote




Se publicó originalmente en la revista Mademoiselle en 1956, pero se volvió popular porque Capote y Random House decidieron editarlo como un libro independiente en 1966, el mismo año en el que se había publicado la que sin duda es su obra más importante y celebrada: A sangre Fría. El cuento largo se convirtió así en un éxito comercial que tuvo incluso más de una adaptación televisiva. Curiosamente, Un recuerdo de Navidad se ambienta en la modesta niñez que vivió Capote en Alabama, en el seno de su familia materna. Su protagonista, una mujer casi anciana pero anclada en su niñez y soledad, es descrita como la única amiga del narrador, un niño de siete años. Son dos personajes a quienes hermana la inocencia y un entusiasmo entrañable por las navidades que Capote, con maestría, jamás deja caer en lo cursi.


Un recuerdo de Navidad

Imaginen una mañana a fines de noviembre. Una mañana al comienzo del invierno, hace más de veinte años. Piensen en la cocina de un viejo caserón de pueblo. Su característica principal es una estufa negra enorme; pero tiene también una mesa redonda muy grande y una chimenea con un par de mecedoras, frente a ella. Precisamente hoy comienza la estufa su temporada de rugidos.


Una mujer de gastado pelo blanco está de pie junto a la ventana de la cocina. Tiene puestas unas zapatillas de tenis y un pulóver gris muy deformado sobre un veraniego vestido de algodón. Es pequeña y vivaz, como una gallina bantam; pero tiene los hombros horriblemente encorvados, debido a una prolongada enfermedad juvenil. Su rostro es notable, semejante al de Lincoln, igual de marcado, y teñido por el sol y el viento; pero también es delicado, de huesos finos, y con unos ojos de color jerez y expresión tímida.


—¡Dios mío! —exclama, y su aliento empaña el cristal—.¡Ha llegado la temporada de las tartas de frutas!


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Miró al Gato y nos dijo Que Tres-Patines Que estaba de Salida, conseguiría Hierba. Y lo hizo. La Chinita, Lucho, Hugo, Y César, qu...

La Chinita (Luis Hernández)

Miró al
Gato y nos dijo
Que Tres-Patines
Que estaba de
Salida, conseguiría
Hierba.
Y lo hizo.
La Chinita,
Lucho,
Hugo,
Y César, que estuvo
En el Klinoso
No sé cómo le dice
El Co-Director científico
A la mazmorra,
Fumaron mariguana
En el salón de
Billar.
El Universo existe y
Su Director sabe
Más.
Estamos de acuerdo
Con Roberto Carlos:
Qué es la vida, yo
No sé.


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Una crónica de Javier Baldeón.  E l avión de Patricia aterrizó a las tres de la madrugada. Habían sido dieciséis horas de viaje con e...

Patricia en el desierto

Una crónica de Javier Baldeón. 

El avión de Patricia aterrizó a las tres de la madrugada. Habían sido dieciséis horas de viaje con escala en Madrid, en donde durmió las tres que estuvo en el aeropuerto.  Aún se sobaba los ojos cuando le dijeron que podía bajarse. Afuera la recibió un silbido gélido y la intemperie estrellada. En el horizonte, como sombras geométricas endureciendo la noche, se alzaban las pirámides.

Giza está apenas a veinte kilómetros de El Cairo me explica, las pirámides se pueden ver desde allí. Hay unos reflectores enormes que siempre están prendidos.
Encontrar la salida del aeropuerto premió su paso por los controles. La madrugada no había despoblado las calles. Decenas de hombres llamaban en distintas lenguas a los turistas. Identificó a los que hablaban español y, entre ellos, a los de su agencia.

¿No sintió miedo de estar sola?
Ni me acuerdo. Lo que quería era irme a dormir ya, ya, para despertarme y comenzar a conocer el país.

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El pianista se sienta, tose por prejuicio y se concentra un instante. Las luces en racimo que alumbran la sala declinan lentamente h...

El árbol (Cuento de Maria Luisa Bombal)



El pianista se sienta, tose por prejuicio y se concentra un instante. Las luces en racimo que alumbran la sala declinan lentamente hasta detenerse en un resplandor mortecino de brasa, al tiempo que una frase musical comienza a subir en el silencio, a desenvolverse, clara, estrecha y juiciosamente caprichosa.

“Mozart, tal vez” —piensa Brígida. Como de costumbre se ha olvidado de pedir el programa. Mozart, tal vez, o Scarlatti…” ¡Sabía tan poca música! Y no era porque no tuviese oído ni afición. 

De niña fue ella quien reclamó lecciones de piano; nadie necesitó imponérselas, como a sus hermanas. Sus hermanas, sin embargo, tocaban ahora correctamente y descifraban a primera vista, en tanto que ella… Ella había abandonado los estudios al año de iniciarlos. La razón de su inconsecuencia era tan sencilla como vergonzosa: jamás había conseguido aprender la llave de Fa, jamás. “No comprendo, no me alcanza la memoria más que para la llave de Sol”. ¡La indignación de su padre! “¡A cualquiera le doy esta carga de un infeliz viudo con varias hijas que educar! ¡Pobre Carmen! Seguramente habría sufrido por Brígida. Es retardada esta criatura”.
Brígida era la menor de seis niñas, todas diferentes de carácter. Cuando el padre llegaba por fin a su sexta hija, lo hacía tan perplejo y agotado por las cinco primeras que prefería simplificarse el día declarándola retardada. “No voy a luchar más, es inútil. Déjenla. Si no quiere estudiar, que no estudie. Si le gusta pasarse en la cocina, oyendo cuentos de ánimas, allá ella. Si le gustan las muñecas a los dieciséis años, que juegue”. Y Brígida había conservado sus muñecas y permanecido totalmente ignorante.

¡Qué agradable es ser ignorante! ¡No saber exactamente quién fue Mozart; desconocer sus orígenes, sus influencias, las particularidades de su técnica! Dejarse solamente llevar por él de la mano, como ahora.

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Por Joe Sánchez Desde que te conozco voy en busca de ese poema, ya es de noche. Los relojes se detienen cansados en su marcha, la m...

El último viaje

Por Joe Sánchez



Desde que te conozco voy en busca de ese poema,
ya es de noche. Los relojes se detienen cansados en su marcha,
la música se suspende en un hilo donde cuelga tristemente tu
recuerdo.
Eduardo Chirinos


Silencio. Respiración profunda. Trash. Trash. Trash. Pasos lentos, pesados, adoloridos, que se arrastran en la gravilla. El Vilcanota, con sus turbias aguas, también parece emanar melancolía. Tenemos que seguir, le digo cuando tomamos un descanso. Ella levanta la mirada, ensaya una sonrisa que termina por desdibujarse en su rostro serio, cansado. Es su rodilla, lo sé y siento algo de culpa. Sé también que no quiere que me preocupe, que intente protegerla, porque yo nunca me voy a perder, siempre voy a encontrar el camino, así que no, nunca vuelvas por mí. Lo dijo después de haberla perdido en el Colca1, ni más ni menos, cuando avasallado por el yerro de haberla dejado atrás, en un caminito resbaladizo que descendía por el Cañón, volví a subir y bajar dos veces (con el corazón que se me salía del pecho) tratando de ubicarla. De eso hace unos días y su rostro enojado distaba mucho del de ahora. Sigo caminando por los rieles del tren, el sol está a punto de ocultarse y no tenemos linternas. Detrás viene ella cabizbaja, pensando quién sabe en qué. No fue tu culpa, me dirá al día siguiente disculpándose por su ensimismamiento, por ese mutismo prolongado. Atrás quedan Aguas Calientes y Machu Picchu y los amigos colombianos con los que compartimos el camino; más atrás, Cusco y Arequipa y el Colca, días trajinados, anecdóticos, bien vividos. Cruzamos el puente de hierro ya en tinieblas y es el chirrr, chirrr, chirrr… de las cigarras y el destello intermitente de las luciérnagas que nos hacen el pasillo al final de la travesía.

Camino a Machu Picchu por los rieles del tren.

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Nikolái Ilich Beliáyev, propietario de unas casas en Petersburgo, aficionado a las carreras de caballos, hombre joven, de unos treint...

Pequeñeces de la vida (Antón Chéjov)



Nikolái Ilich Beliáyev, propietario de unas casas en Petersburgo, aficionado a las carreras de caballos, hombre joven, de unos treinta y dos años, bien nutrido, sonrosado, entró una vez al caer la tarde a ver a la señora Írnina Olga Ivánovna, con la cual vivía —o, según él, arrastraba— una aburrida y larga novelita de amor. Y en realidad, las primeras páginas de esta novela, interesantes y arrebatadas, habían sido leídas hacía ya tiempo; ahora las páginas se hacían largas, siempre largas, sin ofrecer nada nuevo ni interesante. No encontrando a Olga Ivánovna en casa, se tendió en una otomana del salón y se dispuso a esperar.
—¡Buenas tardes, Nikolái Ilich! —oyó decir a una voz de niño—. Mamá vendrá enseguida. Ha ido con Sonia a la modista.
En el mismo salón estaba echado en un diván el hijo de Olga Ivánovna, Aliosha, un muchacho de unos ocho años, esbelto, bien cuidado, vestido como un figurín, con una chaquetita de terciopelo y largas medias negras. Yacía sobre una almohada de raso e, imitando al parecer a un acróbata al que había visto no hacía mucho en el circo, lanzaba en alto ora una pierna ora la otra. Cuando las elegantes piernas se fatigaban, ponía en movimiento los brazos, o saltaba bruscamente, se ponía a cuatro patas y procuraba sostenerse cabeza abajo. Todo esto con una cara muy seria, resoplando como si le martirizaran, y habríase dicho que ni él mismo estaba contento de que Dios le hubiera dado un cuerpo tan inquieto.

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Matemático de profesión, burócrata por necesidad, crítico eventual y, luego, administrador de un teatro, el irlandés Abraham Stoker (más ...

Drácula (Introducción y novela completa)


Matemático de profesión, burócrata por necesidad, crítico eventual y, luego, administrador de un teatro, el irlandés Abraham Stoker (más conocido como Bram) había escrito varios relatos de tipo gótico antes de afrontar la que sería su novela más importante: Drácula. Para componerla bebió de diferentes fuentes. La más conocida es la biografía de un personaje histórico real, Vlad Drăculea, un príncipe de  la Valaquia medieval que luchó contra el avance otomano en el este de Europa y que es considerado un héroe en su país (Rumanía). Pero su mayor fama se debe a la extrema crueldad con la que trató a quienes se oponían a su poder (lo que le valió el sobrenombre de Tepes, "El Empalador", por su forma de tortura favorita). Su legendaria "sed de sangre" sirvió de sustento a historias que encontraban el origen de su conducta en las legandarias criaturas fantásticas del folclor centroeuropeo. Estos elementos se combinaron en la mente de Stoker con una experiencia más ordinaria que tuvo el autor: Una pesadilla. En efecto, gracias a unas notas que tomó en 1890, sabemos que soñó una escena en la que varias mujeres hermosas intentan "besar en la garganta" a un joven aterrado (quizá el primer atisbo del protagonista de la obra: Johnatan Harker), acto que es intempestivamente interrumpido por un viejo conde celoso.


Bram Stoker (1847-1912)

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No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mi...

El gato negro (Poe)


No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño. Mañana voy a morir y quisiera aliviar hoy mi alma. Mi propósito inmediato consiste en poner de manifiesto, simple, sucintamente y sin comentarios, una serie de episodios domésticos. Las consecuencias de esos episodios me han aterrorizado, me han torturado y, por fin, me han destruido. Pero no intentaré explicarlos. Si para mí han sido horribles, para otros resultarán menos espantosos que barrocos. Más adelante, tal vez, aparecerá alguien cuya inteligencia reduzca mis fantasmas a lugares comunes; una inteligencia más serena, más lógica y mucho menos excitable que la mía, capaz de ver en las circunstancias que temerosamente describiré, una vulgar sucesión de causas y efectos naturales.

Edgar Allan Poe, por CrisVector


Desde la infancia me destaqué por la docilidad y bondad de mi carácter. La ternura que abrigaba mi corazón era tan grande que llegaba a convertirme en objeto de burla para mis compañeros. Me gustaban especialmente los animales, y mis padres me permitían tener una gran variedad. Pasaba a su lado la mayor parte del tiempo, y jamás me sentía más feliz que cuando les daba de comer y los acariciaba. Este rasgo de mi carácter creció conmigo y, cuando llegué a la virilidad, se convirtió en una de mis principales fuentes de placer. Aquellos que alguna vez han experimentado cariño hacia un perro fiel y sagaz no necesitan que me moleste en explicarles la naturaleza o la intensidad de la retribución que recibía. Hay algo en el generoso y abnegado amor de un animal que llega directamente al corazón de aquel que con frecuencia ha probado la falsa amistad y la frágil fidelidad del hombre.


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Clemente Palma fue hijo de Ricardo, el gran tradicionalista peruano. A diferencia de este, sin embargo, alcanzó escasa celebridad t...

Los ojos de Lina (Clemente Palma)


Clemente Palma fue hijo de Ricardo, el gran tradicionalista peruano. A diferencia de este, sin embargo, alcanzó escasa celebridad tras su muerte, lo que quizás se deba a una serie de hechos nada felices de su biografía. En 1897 sustentó en la Universidad de San Marcos la tesis “El porvenir de las razas en el Perú”, en donde sostiene que la población indígena, negra y asiática está condenada a desaparecer del país por decrépita e inferior. En 1917 calificó de “burradas” y “mamarrachos” los versos de un poema que un joven César Vallejo le había enviado con la esperanza de verlos publicados en la revista Variedades, donde Clemente era director. Entre 1919 y 1930 fue diputado y colaborador del leguiismo, el mismo régimen que había encarcelado o mandado al exilio a buena parte de los intelectuales de su época.
Pero Clemente Palma también fue un notable cuentista. Los críticos han llamado la atención sobre su estilo racional y oscuro, que se aleja de los temas costumbristas y jocosos que cultivó su padre. De la positiva influencia que asimiló de autores como Poe y Maupassant, o de la temprana introducción que hizo en el Perú de géneros literarios tan modernos como el fantástico o el de terror. En suma, Palma es poseedor de una obra cuyo valor debería ser aquilatado por sobre su vida. Recordar quién fue y las corrientes de pensamiento a las que se asimiló. Pero sin olvidar que merece una lectura que respete el criterio estético y haga justicia al talentoso escritor que fue. 

El cuento que compartimos a continuación fue publicado originalmente en 1901 y formaría parte después de la recopilación de sus relatos cortos (Cuentos Malévolos) aparecido en 1904. “Los ojos de Lina” suele figurar en antologías del cuento peruano y es catalogado, con justicia, el relato de mayor maestría de su autor. 
[Reseña por Javier Baldeón]

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«Hemos llegado a ese momento de la noche en que nos queda poco tiempo, así que les rogaría que se hiciera el silencio.» Con esta frase ...

Querido Chet (Vila Matas)



«Hemos llegado a ese momento de la noche en que nos queda poco tiempo, así que les rogaría que se hiciera el silencio.» Con esta frase de Chet Baker, el autor español Enrique Vila-Matas nos introduce a la lectura de su artículo "Querido Chet". En él, nos habla de su admiración por el músico estadounidense de jazz, destacada figura del estilo cool. Incluso, Vila-Matas cuenta con una antología de relatos titulada "Chet Baker piensa en su arte", publicada por Mondadori.

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 Un relato de Gianni Alfredo Biffi publicado en "Su póliza no cubre esta eventulidad, Sr. Samsa" T hen time will tell just ...

Autorretrato


 Un relato de Gianni Alfredo Biffi publicado en "Su póliza no cubre esta eventulidad, Sr. Samsa"


Then time will tell just who fell
And who’s been left behind
Bob Dylan, “Most Likely You Go Your Way And I'll Go Mine”



La llamada me tomó desprevenido y debo confesar que cuando reconocí su voz, pasó por mi mente, por un instante, la infantil idea de intentar reproducir con mi boca el pitido que hace una línea cuando está fuera de servicio y colgar el teléfono. Una excusa simple hubiera sido suficiente para evitar verla, pero no se me ocurrió nada, ningún modo de escaparme, y me oí aceptando, entre balbuceos, su invitación.


***

Habían pasado doce años desde el día en que la acompañé al aeropuerto, esperando a que abordara un avión rumbo a Alemania. Tuvimos una relación y compartimos esa parte de la vida que es un territorio incierto, un horizonte repleto de posibilidades, el momento en que, consciente o no, tomas las decisiones que definen tu carácter y tu vida de adulto. 


Nos despedimos pensando que cuando volviéramos a vernos, ella sería una pintora que expone sus cuadros en galerías y yo, un autor publicado. Ahí empezó la bifurcación de nuestros destinos.

Por los correos electrónicos que me enviaba, y por amigos comunes, me enteraba de sus continuos logros. Empecé a situarme en relación con ella, a construir mi vida con un ojo puesto en la suya. Cada cierto tiempo estiraba el cuello, tratando de mirar cómo le iba a través de ese periscopio que son las redes sociales. Sofía se convirtió así en la única medida estándar donde yo podía sopesar mis propios progresos.

Pronto comprendí que había perdido la partida. Ella viajó con timón y brújula, mientras que yo me había movido con una venda en los ojos, como un hombre que camina desorientado por la terminal de una ciudad desconocida, esperando un tren que nunca llega. Me fui rezagando en la carrera, y todo quedó decidido: ella tendría una vida estructurada y melódica, mientras que la mía permanecería detenida, intempestivamente, a mitad de un compás, como una aguja que se queda atascada en el disco de un fonógrafo, un loop de rutinas, el día de la marmota. 

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Por Manuel Terrones.  A nadie debe serle familiar el nombre de Roberto Nolasco, escritor pisqueño cuya figura, posible gran prom...

Roberto Nolasco: Un mensaje en una botella

Por Manuel Terrones. 


A nadie debe serle familiar el nombre de Roberto Nolasco, escritor pisqueño cuya figura, posible gran promesa de las letras peruanas, pasó desapercibida debido a su casi nula producción. Casi, digo, porque un hallazgo que realicé hace unos días en el conocido jirón Amazonas del centro de Lima podría salvar a este pensador de su injusta permanencia en el anonimato. Para empezar, me llamó la atención encontrar entre las ofertas de libros de un sol una libreta, escrita con tinta azul y una caligrafía apresurada que revelaba su ansiedad por comunicar. El vendedor, que no supo explicar su procedencia, accedió a regalármelo al ver que llevaría conmigo un par de viejos Anagramas forrados con vinifan y un poemario de César Moro. De vuelta a casa confirmé que las anotaciones llenaban la libreta y que, a pesar de los rápidos trazados, se podía leer con comodidad el contenido, fechado en los primeros meses del año 1953.

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Por: Yasser Zola. Y me pregunto ¿Quién es este ser dorado? La arena es una cortina endeble. El sol hace juego con ella, pero es permanen...

De muerte

Por: Yasser Zola.

Y me pregunto ¿Quién es este ser dorado? La arena es una cortina endeble. El sol hace juego con ella, pero es permanente.  Y me pregunto ¿Es aquél un representante del sol? Su piel es extraña. De un color vibrante. Casi amarillo. Y me pregunto ¿Me guiará a la salida de este torpe laberinto? Y como respuesta el ser dorado ha liberado a otro ser. Es un ser que flota. ¿Nada en el aire? ¿Qué es este nuevo ser? Me asusta. ¿Será venenoso? ¿Su ponzoña actuará de inmediato? El ser-ave se expande y aletea. Corro hacia él para defenderme, pero ya muy cerca, se ha contraído. ¿Quién ha gemido en sonido de jauría? Recién me he percatado. Son otros seres que están alrededor. Son como el ser dorado pero sin brillo. ¿Qué hacen allí? ¿Están atrapados como yo? ¿Por qué no bajan en manada para terminar este hostigamiento?
Detalle del último cartel diseñado para una corrida en Barcelona, en 2011, del artista español Miguel Barceló. 

El ser-ave se ha expandido y nuevamente aletea. ¿Así es como esparce su veneno? Corro nuevamente hacia él. Busco lastimarlo para que detenga este baile de muerte. Nuevamente la jauría ha gemido. Un gemido de éxtasis fuera de lugar en este juego de miedo. ¿Estarán bajo un hechizo? ¿Es el delirio causado por el veneno del ser-ave? Y éste de nuevo se ha contraído. Es muy ágil ¿A cuántos como yo habrá lastimado? ¿Y el ser dorado no lo ha detenido? Con esa piel de dios lejano y ¿no puede intervenir?

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El periodista Jean Stein entrevistó a William Faulkner en 1956. El texto fue publicado originalmente en "The Paris Review"  en ...

Faulkner habla de su oficio y de su obra

El periodista Jean Stein entrevistó a William Faulkner en 1956. El texto fue publicado originalmente en "The Paris Review"  en su sección "El Arte de la ficción" ese mismo año. Aquí el novelista norteamericano, lanzó algunas frases que se harían famosas acerca de labor del escritor. Habla también de su obra, del papel de la crítica, de sus escritores favoritos y de sus  inicios en el mundo de la literatura. 





¿Existe alguna fórmula que sea posible seguir para ser un buen novelista? 

99% de talento… 99% de disciplina… 99% de trabajo. El novelista nunca debe sentirse satisfecho con lo que hace. Lo que se hace nunca es tan bueno como podría ser. Siempre hay que soñar y apuntar más alto de lo que uno puede apuntar. No preocuparse por ser mejor que sus contemporáneos o sus predecesores. Tratar de ser mejor que uno mismo. Un artista es una criatura impulsada por demonios. No sabe por qué ellos lo escogen y generalmente está demasiado ocupado para preguntárselo. Es completamente amoral en el sentido de que será capaz de robar, tomar prestado, mendigar o despojar a cualquiera y a todo el mundo con tal de realizar la obra.

¿Quiere usted decir que el artista debe ser completamente despiadado?
-El artista es responsable sólo ante su obra. Será completamente despiadado si es un buen artista. Tiene un sueño, y ese sueño lo angustia tanto que debe librarse de él. Hasta entonces no tiene paz. Lo echa todo por la borda: el honor, el orgullo, la decencia, la seguridad, la felicidad, todo, con tal de escribir el libro. Si un artista tiene que robarle a su madre, no vacilará en hacerlo…

Entonces la falta de seguridad, de felicidad, honor, etcétera, ¿sería un factor importante en la capacidad creadora del artista?

No. Esas cosas sólo son importantes para su paz y su contento, y el arte no tiene nada que ver con la paz y el contento.

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En el año 2011, el músico canadiense Leonard Cohen recibió el Premio Príncipe de Asturias. En su discurso, hizo referencia a la gran in...

Leonard Cohen y el Premio Príncipe de Asturias


En el año 2011, el músico canadiense Leonard Cohen recibió el Premio Príncipe de Asturias. En su discurso, hizo referencia a la gran influencia española que recibió en diferentes momentos de su vida. Un guitarrista español, una guitarra Conde y Federico García Lorca. Precisamente, del poeta español dijo que él le dio permiso para encontrar su voz. "Esto es encontrar un yo: un yo que no es estático, un yo que lucha por su existencia".

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Por: Pablo Ignacio Chacón. A diferencia de lo que ocurre cuando ves una película o escuchas música,  ante un libro no es la obra si no tú...

Juguetes de la historia

Por: Pablo Ignacio Chacón.

A diferencia de lo que ocurre cuando ves una película o escuchas música,  ante un libro no es la obra si no tú el que decide la velocidad a la que irrumpe en tu cerebro. Puedes poner "pausa" las veces que quieras pero también "rebobinar", releer y re imaginar una escena que acabas de leer de una manera completamente distinta: Con otros colores, otras caras, otro sonido de fondo, otra temperatura, más o menos luz o hasta olores particulares. Y puedes hacer todo eso sin que el libro deje de ser el mismo que estabas leyendo hace sólo un momento. Incluso puedes darte el lujo de retirarlo de tu vista y quedarte mirando al frente (a la pared o a la nuca del pasajero que está en el asiento de adelante del bus) pensando en lo qué harías o sentirías tú si en vez de ser el anodino protagonista de tu propia y olvidable historia fueras uno de los personajes del cuento o la novela que estás leyendo. Y lo mejor de todo es que esa "pausa para volar" no será una interrupción real de tu lectura, sino parte esencial de ella. Es la forma que tiene un libro para colonizar el espacio que hay afuera de él e inundar -a veces sólo por un momento, a veces para el resto de tu vida- tu realidad.

No he leído todo lo que quisiera y, mucho menos, todo lo que debería haber leído, pero he tenido la suerte de experimentar esas sensaciones más de una vez gracias a textos memorables. Pero  admito que me había pasado tanto en un solo libro, como me ha  ocurrido con Guerra y Paz.


A propósito de uno de los puntos culminantes de la historia, el incendio de Moscú. 

Hipérboles aparte, es seguro que eso se debe al momento en que leí esta novela pero, también, a que en ella ocurren tantas cosas, se dicen tantas frases ingeniosas y cohabitan tantos personajes complejos y creíbles que es inevitable sentirse desbordado. Todos los cánones la consideran y un montón de tratados la desmigajan. Y solo por eso es probable que una sola lectura sea insuficiente para ganarme el derecho de comentarla por escrito... Pero, la verdad, mientras leía y hacía esas "pausas" que mencionaba al principio, los dedos me picaban y no podía evitar tomar apuntes. Tengo que ponerlos en algún lado. Así que ahí van...

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Por: Javier Baldeón Una familia vuelve a su casa. Se la ve cansada, sucia, hambrienta. El viaje debe de haber sido largo. Cuando tod...

El amo del bisturí

Por: Javier Baldeón


Una familia vuelve a su casa. Se la ve cansada, sucia, hambrienta. El viaje debe de haber sido largo. Cuando todo parece seguro, se oye un llanto de bebé y aparece un hombre, un intruso: Igual de sucio, con un rifle en la mano y seguido de una mujer con un pequeño en brazos. El padre de la familia recién llegada le asegura que habrá alimento para todos. El otro solo oye una vez, apunta el arma y le arranca la cabeza de un balazo. Lo que queda de la familia, una mujer y sus dos hijos, huyen entre sollozos y manchados por la masa sanguinolenta que esparció el disparo. Ninguna música de fondo, ningún cambio en el encuadre de la cámara o el rostro del actor, nada hacía prever lo que se avecinaba. La escena solo necesitó dos planos y un par de minutos para mostrarnos todo ese horror. Y con suma sequedad, con precisión helada. Cuando acaba, el llanto del niño es el mismo. También los grillos que cantan afuera. La vida transcurre impasible, indiferente a la explosión violenta. Ese es Haneke.

Fotograma de Caché (2005)

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En 1975, Vladimir Nabokov aceptó dar una entrevista televisiva al periodista francés Bernard Pivot. Pero puso dos condiciones: La pr...

Nabokov y la falsa taza de té


En 1975, Vladimir Nabokov aceptó dar una entrevista televisiva al periodista francés Bernard Pivot. Pero puso dos condiciones:

La primera era poder "prepararse", conociendo las preguntas con anticipación para poder escribir las respuestas e irlas leyendo durante la conversación. Y la segunda, "dada la larga duración de la charla -en torno a una hora-, tener la posibilidad de tomar algún que otro sorbo de whisky sin que los telespectadores se apercibieran de ello. Usted, le dijo a Pivot, pone el whisky en una tetera, y, durante el programa, me va preguntando: '¿Le sirvo un poco más de té, señor Nabokov? ' ". (1)

En el video el inmortal autor de Lolita y Pálido Fuego habla de su obra en ruso y en inglés, de su historia personal como escritor, del oficio de novelista, de la popularidad de su novela más famosa y... toma abundante té (véanlo en el el minuto 25:43 cuando dice que está "un poco fuerte"). No tiene pierde.




Notas:
1) Según relató el propio entrevistador. La cita es de un artículo del diario El País. Más información aquí.

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 Por: Joe Sánchez. Raudo, sorteando baches y curvas cerradas, el bus avanza por la trocha sacudiendo su vieja carrocería. -¿Dónde...

Agua

 Por: Joe Sánchez.



Raudo, sorteando baches y curvas cerradas, el bus avanza por la trocha sacudiendo su vieja carrocería.

-¿Dónde estamos? -Pregunta una mujer soñolienta.
-Viraco, creo -responde su acompañante.
-Uy… falta todavía…

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Se cumplen 100 años de la edición del primer poemario de César Vallejo, cuyo texto reproducimos completo en las siguientes líneas.  ...

Los Heraldos Negros: El poemario completo

Se cumplen 100 años de la edición del primer poemario de César Vallejo, cuyo texto reproducimos completo en las siguientes líneas. 






LOS HERALDOS NEGROS 
Por: César Abraham Vallejo




Los heraldos negros

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma... ¡Yo no sé!.

   Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la muerte.

   Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

   Y el hombre... ¡Pobre... pobre!. Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!


PLAFONES ÁGILES


Deshojación sagrada

Luna! Corona de una testa inmensa,
que te vas deshojando en sombras gualdas!
Roja corona de un Jesús que piensa
trágicamente dulce de esmeraldas!

Luna! Alocado corazón celeste
¿por qué bogas así, dentro la copa
llena de vino azul, hacia el oeste,
cual derrotada y dolorida popa?

Luna! Y a fuerza de volar en vano,
te holocaustas en ópalos dispersos:
tú eres talvez mi corazón gitano
que vaga en el azul llorando versos...!


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El texto que aquí consignamos, el relato más famoso y celebrado de su autor, fue publicado por primera vez  el 13 de noviembre de 1913 en...

El Caballero Carmelo (Relato completo)

El texto que aquí consignamos, el relato más famoso y celebrado de su autor, fue publicado por primera vez  el 13 de noviembre de 1913 en el diario limeño La Nación. Posteriormente Valdelomar lo publicaría junto con un grupo significativo de relatos en un volumen homónimo en 1918. 

La relación de una familia con un gallo de pelea es el eje central de este relato. En la imagen, una de las representaciones más antiguas de una pelea de gallos, mosaico romano existente en el Museo Nacional de Nápoles. Fotografía de Marie-Lan Nguyen, Wikimedia Commons.
EL CABALLERO CARMELO
Por: Abraham Valdelomar
I

Un día, después del desayuno, cuando el sol empezaba a calentar, vimos aparecer, desde la reja, en el fondo de la plazoleta, un jinete en bellísimo caballo de paso, pañuelo al cuello que agitaba el viento, sanpedrano pellón de sedosa cabellera negra, y henchida alforja, que picaba espuelas en dirección a la casa.
Reconocímosle. Era el hermano mayor, que años corridos, volvía. Salimos atropelladamente gritando:
–¡Roberto, Roberto!
Entró el viajero al empedrado patio donde el ñorbo y la campanilla enredábanse en las columnas como venas en un brazo y descendió en los de todos nosotros. ¡Cómo se regocijaba mi madre! Tocábalo, acariciaba su tostada piel, encontrábalo viejo, triste, delgado. Con su ropa empolvada aún, Roberto recorría las habitaciones rodeados de nosotros; fue a su cuarto, pasó al comedor, vio los objetos que se habían comprado durante su ausencia, y llegó al jardín. 

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Si la historia es el espejo donde las generaciones por venir han de contemplar la imagen de las generaciones que fueron, la novela ...

Clorinda Matto justifica su escritura




Si la historia es el espejo donde las generaciones por venir han de contemplar la imagen de las generaciones que fueron, la novela tiene que ser la fotografía que estereotipe los vicios y las virtudes de un pueblo, con la consiguiente moraleja correctiva para aquéllos y el homenaje de admiración para éstas.

 Es tal, por esto, la importancia de la novela de costumbres, que en sus hojas contiene muchas veces el secreto de la reforma de algunos tipos, cuando no su extinción.

 En los países en que, como el nuestro, la Literatura se halla en su cuna, tiene la novela que ejercer mayor influjo en la morigeración de las costumbres, y, por lo tanto, cuando se presenta una obra con tendencias levantadas a regiones superiores a aquéllas en que nace y vive la novela cuya trama es puramente amorosa o recreativa, bien puede implorar la atención de su público para que extendiéndole la mano la entregue al pueblo.

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Por: Jorge Luis Borges. El historiador Snorri Sturluson, que en su intrincada vida hizo tantas cosas, compiló a principios del s...

La metáfora, según Borges



Por: Jorge Luis Borges.

El historiador Snorri Sturluson, que en su intrincada vida hizo tantas cosas, compiló a principios del siglo XIII un glosario de las figuras tradicionales de la poesía de Islandia en el que se lee, por ejemplo, que gaviota del odio, halcón de la sangre, cisne sangriento o cisne rojo, significan el cuervo; y techo de la ballena o cadena de las islas, el mar; y casa de los dientes, la boca. Entretejidas en el verso y llevadas por él, estas metáforas deparan (o depararon) un asombro agradable; luego sentimos que no hay una emoción que las justifique y las juzgamos laboriosas e inútiles. He comprobado que igual cosa ocurre con las figuras del simbolismo y del marinismo.
De "frialdad íntima" y de "poco ingeniosa ingeniosidad" pudo acusar Benedetto Croce a los poetas y oradores barrocos del siglo XVII; en las perífrasis recogidas por Snorri veo algo así como la reductio ad absurdum de cualquier propósito de elaborar metáforas nuevas. Lugones o Baudelaire, he sospechado, no fracasaron menos que los poetas cortesanos de Islandia.


En el libro tercero de la Retórica, Aristóteles observó que toda metáfora surge de la intuición de una analogía entre cosas disímiles; Middleton Murry exige que la analogía sea real y que hasta entonces no haya sido notada (Countries of the Mind, II, 4) Aristóteles, como se ve, funda la metáfora sobre las cosas y no sobre el lenguaje; los tropos conservados por Snorri son (o parecen) resultados de un proceso mental, que no percibe analogías sino que combina palabras; alguno puede impresionar (cisne rojo, halcón de la sangre), pero nada revelan o comunican. Son, para de alguna manera decirlo, objetos verbales, puros e independientes como un cristal o como un anillo de plata. Parejamente, el gramático Licofronte llamó león de la triple noche al dios Hércules porque la noche en que fue engendrado por Zeus duró como tres; la frase es memorable, allende la interpretación de los glosadores, pero no ejerce la función que prescribe Aristóteles. [1]
En el I King, uno de los nombres del universo es los Diez Mil Seres. Hará treinta años, mi generación se maravilló de que los poetas desdeñaran las muchas combinaciones de que esa colección es capaz y maniáticamente se limitaran a unos pocos grupos famosos: las estrellas y los ojos, la mujer y la flor, el tiempo y el agua, la vejez y el atardecer, el sueño y la muerte. Enunciados o despojados así, estos grupos son meras trivialidades, pero veamos algunos ejemplos concretos.
En el Antiguo Testamento se lee (I Reyes 2:10): Y David durmió con sus padres, y fue enterrado en la ciudad de David. En los naufragios, al hundirse la nave, los marineros del Danubio rezaban: Duermo; luego vuelvo a remar [2]. Hermano de la Muerte dijo del Sueño, Homero, en la Ilíada; de esta hermandad diversos monumentos funerarios son testimonio, según Lessing. Mono de la muerte (Affe des Todes) le dijo Wilhelm Klemm, que escribió asimismo: La muerte es la primera noche tranquila. Antes, Heine había escrito: La muerte es la noche fresca; la vida, el día tormentoso... Sueño de la tierra le dijo a la muerte, Vigny; viejo sillón de hamaca (old rocking-chair) le dicen en los blues a la muerte: ésta viene a ser el último sueño, la última siesta, de los negros. Schopenhauer, en su obra, repite la ecuación muerte-sueño; básteme copiar estas líneas: Lo que el sueño es para el individuo, es para la especie la muerte (Welt als Wille, II, 41). El lector ya habrá recordado las palabras de Hamlet: Morir, dormir, tal vez soñar, y su temor de que sean atroces los sueños del sueño de la muerte. Equiparar mujeres a flores es otra eternidad o trivialidad; he aquí algunos ejemplos. Yo soy la rosa de Sarón y el lirio de los valles, dice en el Cantar de los Cantares la sulamita. En la historia de Math, que es la cuarta "rama" de los Mabinogion de Gales, un príncipe requiere una mujer que no sea de este mundo, y un hechicero, "por medio de conjuros y de ilusión, la hace con las flores del roble y con las flores de la retama y con las flores de la ulmaria". En la quinta "aventura" del Nibelungenlied, Sigfrid ve a Kriemhild, para siempre, y lo primero que nos dice es que su tez brilla con el color de las rosas. Ariosto, inspirado por Catulo, compara la doncella a una flor secreta (Orlando, I, 42); en el jardín de Armida, un pájaro de pico purpúreo exhorta a los amantes a no dejar que esa flor se marchite. (Gerusalemme, XVI, 13-15). A fines del siglo XVI, Malherbe quiere consolar a un amigo de la muerte de su hija y en su consuelo están las famosas palabras: Et, rose, elle a vécu ce que vivent les roses. Shakespeare, en un jardín, admira el hondo bermellón de las rosas y la blancura de los lirios, pero estas galas no son, para él, sino sombras de su amor que está ausente (Sonnets, XCVIII). Dios, haciendo rosas, hizo mi cara, dice la reina de Samotracia en una página de Swinburne. Este censo podría no tener fin [3]; básteme recordar aquella escena de Weir of Hermiston —el último libro de Stevenson— en que el héroe quiere saber si en Cristina hay un alma "o si no es otra cosa que un animal del color de las flores".
Diez ejemplos del primer grupo y nueve del segundo he juntado; a veces la unidad esencial es menos aparente que los rasgos diferenciales. ¿Quién, a priori, sospecharía que "sillón de hamaca" y "David durmió con sus padres" proceden de una misma raíz?
El primer monumento de las literaturas occidentales, la llíada, fue compuesto hará tres mil años; es verosímil conjeturar que en ese enorme plazo todas las afinidades íntimas, necesarias (ensueño-vida, sueño-muerte, ríos y vidas que trascurren, etcétera), fueron advertidas y escritas alguna vez. Ello no significa, naturalmente, que se haya agotado el número de metáforas; los modos de indicar o insinuar estas secretas simpatías de los conceptos resultan, de hecho, ilimitados. Su virtud o flaqueza está en las palabras, el curioso verso en que Dante (Purgatorio, I, 13), para definir el cielo oriental invoca una piedra oriental, una piedra límpida en cuyo nombre está, por venturoso azar, el Oriente: Dolce color d'oriental zaffiro es, más allá de cualquier duda, admirable; no así el de Góngora (Soledad, I, 6): En campos de zafiros pace estrellas que es, si no me equivoco, una mera grosería, un mero énfasis [4].
Algún día se escribirá la historia de la metáfora y sabremos la verdad y el error que estas conjeturas encierran.

Notas

1) Digo lo mismo de "águila de tres alas", que es nombre metafórico de la flecha, en la literatura persa (Browne: A Literary History of Persia, III, 262).

2) También se guarda la plegaria final de los marineros fenicios: "Madre de Cartago, devuelvo el remo". A juzgar por monedas del siglo II antes de Jesucristo, debemos entender Sidón por Madre de Cartago.

3) También está con delicadeza la imagen en los famosos versos de Milton ( P. L. IV, 268-271) sobre el rapto de Proserpina, y son éstos de Darío: 
      Mas a pesar del tiempo terco,
      mi sed de amor no tiene fin;
      con el cabello gris me acerco
      a los rosales del jardín.

4) Ambos versos derivan de la Escritura, "Y vieron al Dios de Israel; y había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno". (Éxodo, 24; 10.)



Jorge Luis Borges, 1952. Tomado del volumen de ensayos "Historia de la Eternidad". 


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