Nacido hace exactamente dos siglos, el norteamericano Walt Withman rompió los moldes de la poesía de su tiempo. Acabó con la rima y la ...

Whitman: Canto de mí mismo



Nacido hace exactamente dos siglos, el norteamericano Walt Withman rompió los moldes de la poesía de su tiempo. Acabó con la rima y la métrica e inventó un tipo de canto lírico de oraciones largas que resultaba, al mismo tiempo, íntimo y grandilocuente.
"Divino soy interior y exteriormente, y santifico todo cuanto me toca o toco;
El olor de mis axilas es un aroma tan exquisito como la plegaria;
Esta cabeza mía vale más que templos,
biblias y que todas las creencias."

A diferencia de otros poetas que le precedieron, no le cantaba a las hazañas de los héroes, los sinsabores del amor ni a las angustias metafísicas, sino a la vida sencilla, a la amistad, a las relaciones sexuales, a la fraternidad universal y -en uno de sus rasgos más originales- a sí mismo.
«Me celebro y me canto a mi mismo.
Y lo que yo diga ahora de mi, lo digo de ti,
porque lo que yo tengo lo tienes tú
y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.
Vago... e invito a vagar a mi alma.
Vago y me tumbo a mi antojo sobre la tierra para ver cómo crece la hierba del verano.
Mi lengua y cada una de mis moléculas nacieron aquí,
de esta tierra y de estos vientos.
Me engendraron padres que nacieron aquí,de padres que engendraron otros padres que nacieron aquí,de padres hijos de esta tierra y de estos vientos también.
Tengo treinta y siete años. Mi salud es perfecta.
Y con mi aliento puro comienzo a cantar hoy y no terminaré mi canto hasta que muera.
Que se callen ahora las escuelas y los credos. Atrás. A su sitio....»
(Traducción de León Felipe)

Y aunque, como otros poetas, sí le cantó a la naturaleza, casi siempre lo hacía para medirla o compararla con el hombre ("¡Ustedes, océanos, que en mí han encontrado la calma..!")

En su momento, la obra de Whitman fue considerada a la vez genial (por sus innovaciones) e inmoral (por las muchas alusiones sexuales y homoeróticas de sus versos). La controversia ayuda a la fama y por eso pronto trascendió las barreras del idioma. Quien lo "descubrió" para el mundo castellano fue José Martí que en 1887 escribió sobre Whitman: "Hay que estudiarlo, porque si no es el poeta de mejor gusto, es el más intrépido, abarcador y desembarazado de su tiempo". Gracias a las recomendaciones del poeta cubano, Rubén Darío lo leyó y lo evocó en sus últimos trabajos. SIntieron su influencia también García Lorca (véase "Poeta en Nueva York"), León Felipe (que lo tradujo), Jorge Luis Borges (que también lo tradujo y que resumió así su obra: "Byron y Baudelaire dramatizaron en ilustres volúmenes sus desdichas; Whitman su felicidad"), Pablo Neruda (cuyo "Canto General" repasa los confines de América como hace el norteamericano con su país) y Ernesto Cardenal.

Pero parece que el arrogante (o clarividente) Withman no se hubiera sorprendido de la vigencia de su obra. Tanto así que en 1860 escribió:


«A ti, que no has nacido aún, te dirijo estos cantos.
Cuando leas esto, yo que ahora soy visible,
me habré vuelto invisible.
Tú serás compacto, visible, y recitarás mis poemas, volviéndote hacia mí,
imaginando lo dichoso que sería yo si pudiese estar contigo y ser tu amigo.
Haz como si yo estuviera contigo.
(Sí, no lo dudes: Estoy contigo)»


Canto a mí mismo (o de mí mismo, según la versión) es el poema más extenso y famoso de Hojas de Hierba. Estuvo incluido en la primera edición de 1855 pero, como casi todo lo que Whitman escribió, sufrió varias modificaciones a lo largo de su vida. A continuación copiamos la traducción que hiciera Borges de esta pieza. 

(Texto e infografía de Pablo Ignacio Chacón)




CANTO DE MÍ MISMO 
Walt Whitman (Traducción de Jorge Luis Borges)


1
Yo me celebro y yo me canto,
Y todo cuanto es mío también es tuyo,
Porque no hay un átomo de mi cuerpo que no te pertenezca.
Indolente y ocioso convido a mi alma,
Me dejo estar y miro un tallo de hierba de verano.
Mi lengua, cada átomo de mi sangre, hechos con esta tierra, con este aire,
Nacido aquí, de padres cuyos padres nacieron aquí, lo mismo que sus padres,
Yo ahora, a los treinta y siete años de mi edad y con salud perfecta, comienzo,
Y espero no cesar hasta mi muerte.
Me aparto de las escuelas y de las sectas, las dejo atrás; me sirvieron, no las olvido;
Soy puerto para el bien y para el mal, hablo sin cuidarme de riesgos,
Naturaleza sin freno con elemental energía.
2
Las casas y las habitaciones están llenas de fragancia, los armarios cargados de fragancia,
Yo aspiro la fragancia, la reconozco y me gusta,
El aroma me embriagaría, pero no lo permitiré.
El aire no es un aroma, no huele a nada.
Desde el principio ha sido destinado para mi boca, estoy enamorado de él.
Iré a la ribera junto al bosque, me quitaré el disfraz y quedaré desnudo,
Me enloquece el deseo de que el aire toque todo mi cuerpo.
El vaho de mi aliento,
Ecos, ondulaciones, roncos susurros, raíz de amaranto, hilo de seda, horca y vid.
Mi aspiración y mi espiración, el latido de mi pecho, el paso de la sangre y del aire por mis pulmones,
El olor de las hojas verdes y de las hojas secas, y de la ribera y de oscuras rocas marinas, y del heno del granero,
El áspero sonido de las palabras en mi boca que se pierden en los remolinos del viento,
Un beso fugaz, un abrazo, los pechos que se buscan,
El juego de luz y de sombra sobre los árboles y el movimiento de la rama flexible,
El goce de estar solo o en la agitación de las calles, o por los campos o en la ladera de las colinas,
La sensación de la salud, la plenitud del medio día, mi canto al levantarme de la cama y saludar al sol.
¿Has creído que mil hectáreas son muchas? ¿Has creído que la tierra es mucha?
¿Te ha costado tanto aprender a leer?
¿Te enorgullece comprender el sentido de los poemas?
Quédate conmigo este día y esta noche y serás dueño del origen de todos los poemas,
Serás dueño de los bienes de la tierra y del sol (aún quedan millones de soles),
Ya no recibirás de segunda o de tercera mano las cosas, ni mirarás por los ojos de los muertos, ni te alimentarás de los espectros de los libros,
Tampoco mirarás por mis ojos, ni aceptarás lo que te digo,
Oirás lo que te llega de todos lados y lo tamizarás.
3
He oído lo que hablaban los habladores, la fábula del principio y del fin,
Pero yo no hablo ni del principio ni del fin.
Nunca hubo más principio que ahora,
Ni más juventud ni vejez que ahora,
Ni habrá más perfección que ahora,
Ni más infierno ni cielo que ahora.
Impulso, impulso, impulso,
Siempre el impulso, generador del mundo.
De la penumbra surgen iguales elementos contrarios, siempre la sustancia y el crecimiento, siempre el sexo,
Siempre un tejido de identidades, siempre lo diferente, siempre la vida que se engendra.
De nada sirve elaborar; los doctos y los ignorantes lo saben.
Seguros como la certidumbre más firme, seguros y afianzados, inconmovibles, cimentados y estables,
Fuertes como un caballo, afectuosos, soberbios, eléctricos,
Yo y este misterio nos enfrentamos aquí.
Dulce y límpida mi alma, límpido y dulce todo lo que no es mi alma.
Si falta uno de los dos, los dos faltan, y lo invisible se prueba por lo visible,
Hasta que éste se haga invisible y requiera prueba a su vez.
Mostrando lo mejor y separándolo de lo peor, una edad humilla a la otra,
Conociendo la perfecta justeza y ecuanimidad de las cosas, guardo silencio cuando los otros discuten, y después me baño y me admiro.
Bienvenido cada órgano de mi cuerpo y cada tributo, y los de cualquier hombre sano y limpio,
Ni una pulgada, ni una partícula de pulgada es vil, y ninguna debe ser menos querida que las otras.
Estoy satisfecho, veo, bailo, me río y canto;
Cuando la compañera amorosa que comparte mi lecho duerme a mi lado y se retira al amanecer con pasos furtivos,
Dejándome canastas cubiertas con lienzos blancos que llenan de abundancia la casa,
¿Habré de diferir mi aceptación y mi realización y pediré a mis ojos que dejen de mirar por el camino,
Y que me muestren de un modo riguroso,
El valor exacto de uno y el valor exacto de otro, y cuál de los dos vale más?
4
Preguntones y ociosos me rodean,
La gente que encuentro, el efecto que mi infancia ha dejado en mí, o el barrio o el país,
Los últimos aniversarios, descubrimientos, inventos, sociedades, autores antiguos y modernos,
Mi cena, ropa, compañeros, aspectos, cumplidos deberes La verdadera o imaginada indiferencia de alguien que quiero,
La enfermedad de uno de mis parientes, o de mí mismo, la falsía o la falta o pérdida de dinero, o el abatimiento, o la exaltación,
Las batallas, el horror de la guerra fratricida, la fiebre de noticias inciertas, los acontecimientos azarosos;
Estas cosas me llegan día y noche, y después me dejan,
Pero no son mi YO.
Lejos de la contienda y de sus clamores, perdura lo que soy, Interesado, complaciente, piadoso, ocioso, unitario,
Me inclino, me yergo o apoyo los brazos sobre una base impalpable y segura,
O miro con la cabeza inclinada a un lado, curioso de lo que va a ocurrir,
Espectador y jugador a la vez, mirando y asombrándome.
Miro hacia atrás y veo los días en que me ahogaba en la neblina entre los combatientes y los retóricos,
En mí no hay burlas ni razones, miro y espero.
5
Creo en ti, mi alma, el otro que soy no se rebajará ante ti,
Y tú no te rebajarás ante él.
Tiéndete en el pasto conmigo, desembaraza tu garganta,
No son palabras, ni música, ni versos lo que preciso, ni hábitos, ni discursos ni aun los mejores,
Sólo quiero el arrullo, el susurro de tu voz suave.
Recuerdo cómo nos acostamos una mañana transparente de estío,
Cómo apoyaste la cabeza sobre mis caderas y la volviste a mí dulcemente,
Y abriste mi camisa sobre el pecho y hundiste tu lengua hasta tocar mi corazón desnudo,
Y te estiraste hasta tocarme la barba, y luego hasta tocarme los pies.
Velozmente se irguieron y me rodearon el conocimiento y la paz que trascienden todas las discusiones de la tierra,
Y desde entonces sé que la mano de Dios ha sido prometida a la mía,
Y sé que el espíritu de Dios es hermano del mío,
Y que todos los hombres que han nacido son mis hermanos, y las mujeres mis hermanas y mis amantes,
Y que el sostén de la creación es el amor,
Y que son innumerables las hojas rígidas o que se curvan en los campos,
Y las negras hormigas en las grietas bajo las hojas,
Y las mohosas costras del seto, las piedras hacinadas, el saúco, la candelaria y la cizaña.
6
Un niño me preguntó: ¿Qué es la hierba?, trayéndola a manos llenas,
¿Cómo podría contestarle? Yo tampoco lo sé.
Sospecho que es la bandera de mi carácter tejida con esperanzada tela verde.
O el pañuelo de Dios,
Una prenda fragante dejada caer a propósito,
Con el nombre del dueño en alguna punta, para que lo veamos y lo notemos y nos preguntemos, ¿de quién?
O sospecho que la hierba misma es un niño, el recién nacido de la tierra.
O un jeroglífico uniforme,
Que significa: crezco por igual en las regiones vastas y en las estrechas,
Crezco por igual entre los negros y los blancos,
Canadiense, piel roja, senador, inmigrante, a todos me entrego y a todos los recibo.
Y ahora se me figura que es la cabellera suelta y hermosa de las tumbas.
Te usaré con ternura, hierba curva.
Acaso hayas brotado del pecho de los jóvenes,
Acaso, si estuvieran aquí, yo los amaría,
Acaso hayas brotado de los ancianos, o de niños arrancados del regazo de la madre,
Y ahora eres el regazo de la madre.
Esta hierba es demasiado oscura para haber brotado de los cabellos blancos de las madres ancianas,
Más oscura que las descoloridas barbas de los ancianos,
Demasiado oscura para haber brotado de sus pálidos paladares.
¡Ah! Percibo al fin otras tantas lenguas que hablan,
Y comprendo que no han nacido en vano de esos paladares y de esas bocas.
Querría traducir las insinuaciones sobre los muchachos y las muchachas muertas,
Y las insinuaciones sobre los ancianos y las madres y de los niños arrebatados de sus regazos.
¿Qué piensas que ha sido de los jóvenes y de los ancianos?
¿Qué piensas que ha sido de las mujeres y de los niños?
Están sanos y buenos en algún lado,
El retoño más débil prueba que no existe la muerte,
Y que si alguna vez existió lo hizo para impulsar la vida, y no espera que lo destruya el fin,
Y no ha cesado en el momento que surgió la vida.
Todo progresa y se dilata, nada se viene abajo,
Y morir es algo distinto de lo que muchos supusieron, y de mejor augurio.
7
¿Ha pensado alguien que es afortunado nacer?
Me apresuro a informarle que no es menos afortunado morir, y sé lo que digo.
Muero con los que mueren y nazco con el recién nacido que acaban de lavar,
Y mi sombrero y mis zapatos no son mis límites,
Y examino objetos diversos, no hay dos que sean iguales, todos son buenos.
Buena la tierra y buenas las estrellas y bueno cuanto les pertenece.
No soy la tierra ni lo que pertenece a la tierra,
Soy el consorte y camarada de las personas no menos inmortales y no menos insondables que yo,
(No saben lo inmortales que son, pero yo lo sé).
Cada especie para lo suyo, y para mí la mía, varón y mujer,
Para mí, quienes han sido muchachos y aman a las mujeres,
Para mí, el hombre que tiene orgullo y sabe lo que duele no ser querido,
Para mí, la novia y la solterona, para mí, la madre y la madre de madres,
Para mí, los labios que han sonreído, los ojos que han derramado lágrimas,
Para mí, los niños y los engendradores de niños.
¡Desnúdate! No eres culpable ante mí, ni usado ni inservible,
Veo a través de la seda y el percal, aunque no lo quieras,
Y soy cabal, tenaz, codicioso, incansable, y no podrás librarte de mí.
8
El pequeño duerme en la cuna,
Levanto la gasa y largamente lo miro, y sin ruido espanto las moscas con la mano.
El muchacho y la muchacha de cara colorada se desvían al subir la frondosa colina,
Los observo desde la cumbre sin que me vean.
El suicida está tendido en el ensangrentado piso del dormitorio,
Veo el cadáver y la cabellera sucia de sangre, y sé dónde la pistola ha caído.
La charla de las aceras, las llantas de los carros, el lodo de las suelas, la conversación de los transeúntes,
El pesado ómnibus, el cochero con interrogante pulgar, las herraduras que resuenan en el pavimento de piedra,
El retintín de los trineos, las estridentes pullas, el golpe de las bolas de nieve,
Los hurras a los héroes populares, el furor de las turbas,
El golpe de las cortinas de las angarillas, el enfermo que llevan al hospital,
El encuentro de los enemigos, la brusca injuria, el golpe y la caída,
El gentío excitado, el policía con su estrella abriéndose paso hasta el centro,
Las rocas impasibles que reciben y devuelven tantos ecos,
Los gemidos de los ahítos o de los hambrientos que sufren un ataque o caen insolados,
Las quejas de las mujeres con los dolores del parto que corren a parir en las casas,
Las palabras vivientes y enterradas que aquí siguen vibrando, el grito reprimido por el recato,
El arresto de los criminales, el desaire, las propuestas de adulterio, la aceptación, el rechazo con los labios crispados;
Considero esas cosas, o su apariencia, o su resonancia —llego y me alejo.
9
Los portones del granero están abiertos de par en par,
El pasto seco de la cosecha carga el pesado carro,
La clara luz juega sobre los vaivenes del verde, del pardo y del gris,
Las brazadas colman el granero repleto.
Estoy ahí, trabajo, he venido tendido sobre la carga,
He sentido las mansas sacudidas, una pierna sobre la otra,
Salto de las lanzas y tomo a manos llenas el trébol y la alfalfa,
Y doy vueltas de carnero y el pasto se enreda en mi cabello.
10
Solo, salgo a cazar por montañas y soledades,
Mi agilidad y mi alegría me asombran,
Al atardecer busco un lugar seguro para pasar la noche,
Enciendo el fuego y aso la pieza recién matada,
Duermo con mi perro y mi escopeta sobre las hojas desparramadas.
El clíper yanqui, desplegadas las velas, corta la marejada y la espuma.
Mis ojos se posan en la costa, me inclino sobre la borda o grito alegremente desde la cubierta.
Los boteros y los pescadores de almejas madrugaron y me esperaron,
Metí los bordes del pantalón en las botas, fui con ellos y pasé un buen rato;
Ojalá hubieras estado con nosotros aquel día, frente a la caldera de almejas ,
A la intemperie, en el lejano oeste, asistí a la boda del armador de trampas, la novia era una muchacha piel roja,
El padre y los amigos estaban con las piernas cruzadas,
silenciosamente fumando; llevaban mocasines y espesas mantas cubrían sus hombros,
El armador descansaba en un declive, vestido casi enteramente de pieles, la barba entera y la melena le cubrían el cuello, tomó la novia de la mano;
Ella tenía largas pestañas, llevaba la cabeza desnuda, sus crenchas lacias y ásperas bajaban por sus muslos voluptuosos y llegaban hasta los pies.
El esclavo prófugo llegó a mi casa y se detuvo afuera,
Oí cómo a su paso crujían las ramitas de la leña seca.
Por la puerta entornada de la cocina lo vi cojear agotado,
Se sentó sobre un tronco, me acerqué, lo hice entrar en la casa y le mostré confianza,
Y traje agua y llené una tina para refrescar su cuerpo sudoroso y sus pies lastimados.
Y le di un cuarto contiguo al mío y ropa basta y limpia,
Y me acuerdo perfectamente bien de su torpeza y de la inquietud de sus ojos,
Y de haberle curado con emplastos las mataduras del cuello y de los tobillos;
Pasó conmigo una semana hasta recuperarse y seguir al norte,
Yo lo sentaba a mi lado en la mesa, y mi fusil descansaba en el rincón.
11
Veintiocho muchachos bañándose en la orilla,
Veintiocho muchachos tan llenos de vida,
Veintiocho años de vida de mujer y tan solitarios.
Es dueña de la linda casa de la barranca,
Se oculta hermosa y bien vestida tras el postigo de la ventana.
¿Cuál de los muchachos le gusta más?
¡El menos agraciado es para ella hermoso!
¿Adónde va usted, señora? Porque la he visto,
Juega usted en el agua y, sin embargo, permanece en la casa.
Bailando y riendo viene una mujer por la orilla,
Los hombres no la ven, pero ella los ve y los ama.
El agua brilla en la barba de los muchachos,
Se escurre por sus largos cabellos,
Leves arroyos corren por sus cuerpos.
Una invisible mano también acaricia sus carnes,
Desciende trémula por las sienes y por los pechos.
Los muchachos nadan de espaldas, sus blancos vientres se curvan al sol, no se preguntan quién se une a ellos.
No saben quién jadea y se hunde con la espalda curvada,
No saben a quién están salpicando con la espuma del agua.
12
El muchacho del carnicero se quita los avías de matar, o afila el cuchillo en la tabla del mercado,
Me distraen sus zafadurías y sus pasos de baile.
Herreros de tiznados y velludos pechos rodean el yunque,
Cada uno tiene su martillo, todos trabajan, hace mucho calor en la fragua.
Desde el ceniciento umbral sigo sus movimientos,
El vaivén de sus talles armoniza con el de sus fornidos brazos,
En lo alto se balancean los martillos, lentos y firmes,
No se apresuran, cada uno golpea a su turno.
13
El negro sujeta con firmeza las riendas de sus cuatro caballos y el tirante cuelga de la cadena,
Firme y alto guía el carro de la cantera y se sostiene con un pie en el estribo,
Su camisa azul descubre el amplio cuello y el pecho y cae sobre el cinturón,
Su mirada es tranquila e imperiosa, se echa para atrás el chambergo y descubre la frente,
El sol da en su bigote y en su pelo ensortijado, y en la negrura de sus miembros pulidos y perfectos.
Miro a este gigante pintoresco y lo quiero, y no me detengo ahí,
Voy con los caballos también.
Hay en mí alguien que acaricia la vida dondequiera que esté; miro hacia atrás y hacia adelante,
Me inclino ante los nichos olvidados y ante mis inferiores sin omitir a persona u objeto alguno,
Absorbiendo todo para mí y para este canto.
Bueyes que agitáis el yugo y la cadena o estáis inmóviles bajo la sombra de las hojas, ¿Qué expresan vuestros ojos?
Expresan más que todos los libros que he leído en mi vida.
En esas largas caminatas que duran todo el día mis pasos espantan a los patos y a los gansos,
Se echan a volar y describen ociosos círculos.
Creo en sus alados propósitos
Y reconozco en mí el rojo, el amarillo y el blanco,
Y pienso que el verde y el morado y el penacho son intencionales,
Y no llamo indigna a la tortuga porque no es otra cosa,
Y el grajo del monte que no ha estudiado nunca la escala, canta bastante bien para mí,
Y la mirada de la yegua baya hace que me avergüence de mi simpleza.
14
En la noche fría el pato silvestre guía su bandada,
Grazna «Ya-Honk», y es como una invitación desde lo alto,
Los necios piensan que no tiene sentido, pero oyéndolo bien,
Sé que tiene su propósito y su lugar en el cielo de invierno.
El ciervo salvaje del norte, de agudos cascos, el gato al borde de la ventana, el perro de la pradera,
La lechigada que se prende de la marrana que gruñe,
La cría de la pava y la pava con las alas abiertas,
Reconozco en ellos y en mí la misma ley.
La presión de mi pie sobre la tierra despierta cien afectos
Que se burlan de cuanto puedo hacer para unirlos.
Estoy enamorado de cuanto crece al aire libre,
De los hombres que viven junto al ganado o sienten el sabor del océano y de los bosques,
De quienes arman o conducen los barcos, de quienes manejan las hachas o guían los caballos,
Puedo dormir y comer con ellos semana tras semana.
Lo más común, lo más barato, lo más cercano, lo más fácil, eso soy YO.
Confío en el azar, lo derrocho a la espera de infinitas ganancias,
Adornándome para entregarme al primero que pase,
No exigiendo del cielo que descienda a Mí cuando quiero,
Desparramando todo porque si para siempre.
15
La clara contralto canta en la galería del órgano,
El carpintero cepilla la tabla, la lengua del cepillo silba con seseo impetuoso,
Los hijos casados y los solteros se encaminan a la cena de Acción de Gradas,
El piloto empuña el timón y lo vira con fuerte brazo,
El arponero se apresta en la ballenera, la lanza y el arpón están listos,
El cazador de patos avanza cauteloso y a grandes pasos,
Con las manos juntas los diáconos reciben la ordenación ante el altar,
La joven hilandera retrocede y avanza al ritmo de la rueda,
El labrador se detiene ante el cerco en un domingo de ocio, para mirar su campo de avena y de cebada,
Al loco lo llevan por fin al asilo, no tiene cura,
(No volverá a dormir en la hamaca del cuarto de su madre);
El canoso tipógrafo de saliente mentón trabaja ante su caja,
Desmenuza entre los dedos el tabaco de mascar y sus ojos descifran el manuscrito;
A los deformados miembros los atan a la mesa de operaciones,
Lo que se corta cae de manera horrible en un balde;
A la muchacha cuarterona la venden en pública subasta, el borracho cabecea junto a la estufa de la taberna,
El maquinista se arremanga los puños de la camisa, el policía ronda la calle, el sereno observa a los que pasan,
El joven conduce el tren expreso, (lo quiero aunque no lo conozca),
El mestizo se ajusta las botas para participar en la carrera,
En el oeste, la cacería de pavos reúne a jóvenes y a viejos, unos se apoyan en los rifles, otros están sentados en los troncos,
El tirador sale del gentío, toma su puesto v apunta;
El grupo de inmigrantes recién llegados cubre el muelle,
Los motudos carpen el cañaveral y el capataz los vigila desde el caballo,
La trompeta resuena en la sala de baile, los caballeros buscan sus parejas, los que bailarán se saludan,
El muchacho despierto en la bohardilla escucha la música de la lluvia,
El cazador pone su trampa en un afluente del Hurón,
La india, envuelta en su manta de bordes amarillos, ofrece en venta mocasines y bolsones de cuentas,
El entendido, ladeada la cabeza y semi-cerrados los ojos, mira los cuadros,
Desde la cubierta los marineros amarran el barco, se tiende la planchada para los pasajeros que desembarcan,
La hermana menor sostiene la madeja y la mayor devana el hilo en un ovillo y desata de vez en cuando los nudos,
La mujer, casada hace un año, se recupera y es feliz con su hijo de siete días,
La muchacha yanqui de pelo rubio trabaja con la máquina de coser ya en el taller, ya en la fábrica,
El obrero empuña la maza con las dos manos, el lápiz del reporter corre sobre las hojas de la libreta, el letrista pinta el anuncio en oro y azul,
El muchacho del canal corre por el remolcador, el tenedor de libros revisa las cuentas, el zapatero encera su hilo,
El director lleva el compás y los ejecutantes lo siguen,
Bautizan al niño, el converso hace su profesión de fe,
La regata abarca la bahía, ya empezó la carrera (¡cómo brillan las blancas velas!)
El boyero cuida la tropa y silba a los que quieren desviarse,
El buhonero suda con la carga en la espalda (el comprador regatea por un centavo);
La novia alisa el vestido blanco, el minutero avanza lentamente,
El comedor de opio yace con la cabeza rígida y los labios entreabiertos,
La prostituta arrastra su chal, el sombrero se bambolea sobre su cuello vacilante y pecoso,
La gente ríe de sus malas palabras, los hombres se burlan y hacen señas.
(Desdichada, yo no me río de tus malas palabras ni me burlo de ti).
El Presidente celebra consejo y sus ministros lo rodean,
Tres señoras caminan majestuosamente en la plaza dándose el brazo,
La tripulación del barco pesquero apila la carga en la bodega,
El hombre de Missouri cruza el llano con su mercadería y su hacienda,
El obrador recorre el tren anunciado por el tintineo de las monedas,
Los carpinteros ponen los pisos, los plomeros arreglan el tejado, los albañiles piden la mezcla,
Los peones pasan en fila, cada uno con su balde;
Año tras año se suceden las multitudes, es el cuatro de julio (¡qué salvas de artillería y fusilería!);
Año tras año el labrador ara, el segador siega y la semilla cae en el surco;
En los lagos, el pescador de sollos espera y mira el agujero en la superficie del hielo, l.is troncos rodean el claro del bosque,
El colono da fuertes golpes con el hacha,
Los lancheros amarran en el crepúsculo, cerca de los algodonales o de los montes,
Los cazadores de coatíes recorren las riberas del Colorado, o del Tennessee, o del Arkansas,
Brillan antorchas en la sombra que cubre el Chattahoochee o el Altamahaw,
Los Patriarcas cenan entre sus hijos y nietos y bisnietos;
En casas de adobe o en tiendas de lona descansan armadores de trampas y cazadores después de las labores del día;
La ciudad duerme y el campo duerme,
Los vivos cumplen con el sueño, también los muertos;
El viejo marido duerme junto a su mujer y el joven junto a su mujer,
Y todos éstos llegan a mí, y yo llego a ellos,
Y sea bueno o malo ser parte de ellos, parte de ellos yo soy,
Y en todos y en cada uno voy tejiendo el canto a mí mismo.
16
Soy de los viejos y de los jóvenes, de los tontos no menos que de los sabios,
Indiferente a los otros, atento siempre a los otros,
Maternal y paternal, un niño y un hombre,
Henchido de la materia que es basta y henchido de la materia que es fina,
Ciudadano de la Nación de muchas naciones, no menos de las grandes que de las pequeñas,
Hombre del sur y hombre del norte, indolente y hospitalario cultivador, vivo allá por las márgenes del Oconee,
Yanqui que sigo mi camino, listo para el comercio, mis coyunturas las más ágiles y las más resistentes de la tierra,
Hombre de Kentucky recorriendo el valle de Elkhorn con mis calzas de cuero de ciervo, hombre de Louisiana o de Georgia,
Botero de los lagos, de las ensenadas o de las costas, hombre de Indiana, de Wisconsin, de Ohio,
Diestro en el uso de raquetas de nieve del Canadá o errando por la selva o con los pescadores de Terranova,
Acostumbrado a navegar en los botes de hielo y a atracar,
Habituado a las colinas de Vermont, a los bosques de Maine, a las estancias de Texas,
Camarada de californianos, de los hombres libres del noroeste (admiro su vigor),
Camarada de lancheros y carboneros, camarada de todos aquellos que tienden la mano y convidan a comer y a beber,
Aprendiz de los más simples, maestro de los que saben más,
Novicio principiante pero con la experiencia de miles de años,
Soy de todas las razas y de todas las castas, de todos los linajes y de todas las religiones,
Granjero, artesano, artista, caballero, marino, cuáquero,
Presidiario, rufián, pendenciero, abogado, médico y sacerdote.
Todo lo resisto mejor que mi propia diversidad,
Respiro el aire pero siempre queda muchísimo,
Y no soy presumido y me doy mi lugar.
(La crisálida y la hueva se dan su lugar,
Los radiantes soles que veo y los oscuros soles que no veo se dan su lugar,
Lo palpable se da su lugar y también lo impalpable).
17
Estos son en verdad los pensamientos de todos los hombres en todas las épocas y países: no son originales míos,
Si no son tan tuyos como míos, son nada o casi nada,
Si no son el enigma y la solución del enigma, son nada,
Si no son tan cercanos como lejanos, son nada.
Esta es la hierba que crece donde hay tierra y hay agua,
Este es el aire común que baña el planeta.
18
Con música estridente vengo, con mis cornetas y tambores,
No sólo ejecuto marchas para las seguras victorias, ejecuto marchas para los vencidos y los muertos.
¿Has oído que está bien ganar la batalla?
Yo afirmo que perderla está bien, las batallas se pierden con el mismo coraje con que se ganan.
Yo doblo y redoblo para los muertos,
Suenan mis clarines por ellos con el regocijo mayor de que soy capaz.
¡Vivas a los vencidos,
Y a aquéllos cuyas naves de guerra se hundieron en el mar,
Y a aquéllos que se hundieron en el mar,
Y a todos los generales que han sido derrotados, y a todos los héroes vencidos,
Y a los innumerables héroes desconocidos, iguales a los más famosos!
19
Esta es la mesa puesta para todos, ésta es la carne para el hombre natural;
Es para el malvado no menos que para el justo, a todos he invitado,
No permitiré que una sola persona sea desairada o excluida,
La mantenida, el parásito, el ladrón, están aquí invitados.
El esclavo de labios gruesos está invitado, el enfermo venéreo está invitado,
No se hará la menor diferencia entre ellos y los otros.
Este es el roce de una mano esquiva, ésta es la impresión y el olor del pelo,
Este es el contacto de mis labios y de los tuyos, éste el murmullo del anhelo,
Esta es la remota profundidad y la altura reflejando mi cara,
Esta es la voluntaria fusión de mi ser y otra vez la salida.
¿Sospechas en mí un propósito oculto?
Sí, lo tengo, porque lo tienen los aguaceros de abril, y la mica de las rocas lo tiene.
¿Crees que quiero asombrar?
¿Asombra, acaso el día? ¿Asombra, acaso, el pájaro que canta temprano en el bosque?
¿Asombro yo más que ellos?
Ahora estoy hablando en la intimidad,
No diría estas cosas a los otros, pero a ti te las digo.
20
¿Quién anda por ahí ansioso, tosco, místico, desnudo?
¿Cómo saco fuerza de la carne que como?
¿Qué es, al fin de cuentas, un hombre? ¿Qué soy yo? ¿Tú qué eres?
Todo lo que señalo como mío tú lo igualarás con lo tuyo,
Si no escucharme sería perder tu tiempo.
Yo no lloriqueo con los que lloriquean en todo el mundo,
Porque los meses son vacíos y la tierra ciénaga y fango.
Gimoteando y arrastrándose, sobrecitos de polvos para inválidos, la resignación se aleja a largos pasos,
Yo llevo mi sombrero a mi antojo en casa o en la calle.
Por qué voy a rezar? ¿Por qué voy a venerar y reverenciar?
Después de haber examinado y analizado los más hondos estratos, después de haber consultado a los doctos y calculado minuciosamente,
No encuentro grasa más gustosa que la que rodea mis huesos.
En todos los hombres me veo, ninguno es más ni menos que yo,
Y lo bueno y lo malo que digo de mí, lo digo de los otros.
Sé que soy sólido y soy fuerte,
Hacia mí convergen sin fin las incesantes cosas del universo,
Todas me escriben y debo descifrar esas escrituras.
Sé que soy inmortal,
Sé que mi órbita no puede ser medida por el compás del carpintero,
Sé que no me perderé como la espiral que en la oscuridad traza un niño con un palo encendido.
Sé que soy augusto,
No me importa justificarme o ser comprendido,
Veo que las leyes elementales nunca piden disculpas.
(Creo no ser más vanidoso que la escuadra con la que construyo mi casa).
Existo como soy; eso basta,
Si nadie en el mundo lo sabe, estoy satisfecho,
Si todos y cada uno lo saben, estoy satisfecho.
Un mundo lo sabe y es el mayor de todos para mí, y ese mundo soy yo,
Y si entro en posesión de lo que es mío hoy o dentro de diez millones de años,
Mi da lo mismo ahora, y me da lo mismo esperar.
La base en que se apoya mi pie es de firme granito,
Me río de lo que llamas disolución,
Y conozco la amplitud del tiempo.
21
Soy el poeta del Cuerpo y soy el poeta del Alma,
Los goces del cielo están conmigo y los tormentos del infierno están conmigo,
Los primeros los injerto y los multiplico en mi ser, los últimos los traduzco a un nuevo idioma.
Soy el poeta de la mujer no menos que el poeta del hombre,
Y digo que es tan grande ser mujer como ser hombre,
Y digo que nada es mayor que ser la madre de hombres.
Entono el canto de la exaltación o de la soberbia,
Ya estamos hartos de plegarias y de zalamerías,
Muestro que el tamaño no es más que crecimiento.
¿Has dejado atrás a los otros? ¿Eres el Presidente?
Es una bagatela, cada uno de los otros te alcanzará y seguirá adelante.
Soy que camina con la tierna y creciente noche,
Llamo a la tierra y al mar que abraza la noche.
Abrázame, noche de senos desnudos, abrázame, noche magnética y fecunda,
Noche de los vientos del sur, noche de las estrellas grandes y escasas,
Noche serena que me llama, loca y desnuda noche de estío.
¡Sonríe, tierra voluptuosa de fresco aliento,
Tierra de los árboles dormidos y húmedos,
Tierra del sol que ya se ha ido, tierra de las montañas de cumbre nebulosa,
Tierra del cristalino fluir de la luna llena, apenas tocada de azul,
Tierra del brillo y de la sombra manchando la corriente del río,
Tierra del gris límpido de las nubes que resplandecen y se aclaran para que yo las vea,
Tierra yacente y extendida, rica tierra de azahares!
Sonríe, porque llega tu amante.
Pródiga me has dado tu amor, te doy pues mi amor,
Mi apasionado amor indecible.
22
¡Mar!, a ti me abandono también, adivino lo que quieres decirme,
Miro desde la playa tus encorvados dedos que me invitan,
Creo que no quieres volver sin haberme tocado,
Salgamos juntos de paseo, me desnudo, perdamos de vista la tierra,
Acúname con suavidad, méceme en tu sueño ondulante,
Salpícame de amorosa humedad, yo puedo retribuirte.
Mar que henchido te embraveces,
Mar que respiras, hondo y revuelto, ar en que está la sal de la vida, mar de cerradas sepulturas aún no cavadas,
Rugiente mar que engendras tempestades, mar delicado y caprichoso,
Soy universal como tú, soy también de una faz y de muchas faces.
Participo de flujos y de reflujos, exalto reconciliaciones y odios,
Exalto a los amantes y a los que duermen abrazados.
Soy el que testimonia simpatía,
)¿Haré la lista de las cosas que hay en la casa y omitiré la casa que las contiene?)
No sólo soy el poeta de la bondad, no me niego a ser también el poeta del mal.
¿Qué palabreo es éste sobre la virtud y el vicio?
Me impele el mal y me impele la reforma del mal, no discuto,
Mi actitud no es la del censor ni la del que todo lo niega,
Humedezco las raíces de todo lo que crece.
¿Temes que la infatigable preñez produzca tumores?
¿Piensas, acaso, que las leyes del cielo pueden ser revisadas y corregidas?
Afirmo que los dos platillos de la balanza están en equilibrio,
Una doctrina blanda no es menos servicial para mí que una doctrina rígida,
Los pensamientos y los hechos de ahora nos incitan y mueven.
Este minuto ahora me llega desde los decillones anteriores,
Nada es mejor que el aquí y el ahora.
Lo que ha ocurrido bien en el pasado o lo que ahora ocurre bien, no es tal maravilla,
La maravilla es que alguna vez pueda existir un hombre mezquino o sin fe.
23
Desenvolvimiento incesante de las palabras de los siglos,
La mía, una palabra del presente, la palabra en Masa.
Una palabra de la fe que nunca defrauda,
Ahora y mañana para mí son lo mismo, acepto el Tiempo de manera absoluta.
Solo él no tiene tacha, sólo él abarca y completa todo,
Esa desconcertante y mística maravilla todo lo abarca.
Acepto la Realidad y no me atrevo a ponerla en duda,
Lo material la penetra de principio a fin.
¡Viva la ciencia positiva! ¡Vivan las demostraciones precisas!
Traed uvas y cedro y ramas de lilas,
Este es el lexicógrafo, éste es el químico, éste es el que compuso una gramática de los antiguos jeroglíficos,
Estos navegantes hicieron que la nave atravesara mares desconocidos y peligrosos,
Este es el geólogo, éste trabaja con el escalpelo y éste es un matemático.
Caballeros, ¡para vosotros los primeros honores!,
Vuestros testimonios son útiles pero mi morada no está en ellos,
Paso por ellos para entrar en mi casa.
Mis palabras recuerdan las cosas ya dichas,
Y todavía más las que no se han dicho, y la libertad y el desasimiento,
Y no les importan los epicenos y los castrados, y favorecen a los hombres y a las mujeres plenamente dotados,
Y hacen resonar el gong de la rebelión, y hablan con los fugitivos y conspiradores.
24
Walt Whitman, un cosmos, de Manhattan el hijo,
Turbulento, carnal, sensual, comiendo, bebiendo, engendrando,
Ni sentimental, ni sintiéndose superior a otros hombres y mujeres, ni alejado de ellos,
No menos modesto que inmodesto.
¡Arrancad los cerrojos de las puertas!
¡Arrancad las puertas de los goznes!
El que degrada a otro me degrada,
Y todo lo que se dice o se hace vuelve a mí al fin.
A través de mí surge y surge la voluntad creadora, a través de mí, el torrente y el índice.
Digo el primordial santo y seña, hago el signo de la democracia,
¡Por Dios! No aceptaré nada que no sea ofrecido a los demás en iguales condiciones.
Muchas voces largo tiempo calladas brotan de mí,
Voces de las interminables generaciones de prisioneros y de esclavos,
Voces de los enfermos y de los inconsolables, de los ladrones y de los enanos,
Voces de ciclos de preparación y de crecimiento,
De los hilos que unen a las estrellas, y de los vientres, y de la simiente paterna,
Y del derecho de aquellos a quienes oprimen los otros,
De los deformes, triviales, simples, tontos y despreciados,
De neblina en el aire, de escarabajos arrastrando bolas de estiércol.
Brotan de mi voces prohibidas,
Voces del sexo y del apetito, voces veladas y yo aparto el velo,
Voces indecentes clarificadas y transfiguradas por mí.
Yo me cubro la boca con la mano,
Me conservo tan puro en las entrañas como en la cabeza y en el corazón,
La cópula no es para mí más vergonzosa que la muerte.
Creo en la carne y en los apetitos,
Ver, oír, tocar, son milagros, y cada parte de mí es un milagro.
Divino soy por dentro y por fuera, y santifico todo lo que toco y me toca,
El aroma de estas axilas es más fino que las plegarias,
Esta cabeza es más que las iglesias, las biblias y todos los credos.
Si algo hay que yo venero más que las otras cosas, ese algo es la extensión de mi cuerpo y cada una de sus partes,
Traslúcida arcilla de mi cuerpo, ¡tú lo serás!
Sombreados bordes y bases, ¡vosotros lo seréis!
Firme reja viril, ¡tú lo serás!
Tú, mi rica sangre, tú, liquido lechoso, pálido extracto de mi vida.
Pecho que oprimes otros pechos, ¡tú lo serás!
¡Cerebro serán tus circunvoluciones ocultas!
Raíz lavada del junco oloroso, becada medrosa, nido recatado de los huevos gemelos, ¡vosotros lo seréis!
Heno mezclado y revuelto de la cabeza, barba, cejas, ¡vosotros lo seréis!
Savia que goteas del arce, fibra del noble trigo, ¡vosotros lo seréis!
Sol generoso, ¡tú lo serás!
Nubes que ilumináis y oscurecéis mi rostro, ¡vosotros lo seréis!
Sudorosos arroyos y rocíos, ¡vosotros lo seréis!
Vientos que me rozáis, frotando contra mí vuestros genitales, ¡vosotros lo seréis!
Amplios campos musculares, ramas de encina, amoroso holgazán de mi sendero tortuoso ¡vosotros lo seréis!
Manos que he tomado, rostros que he besado, mortal a quien toqué alguna vez, ¡vosotros lo seréis!
Estoy enamorado de mí, hay tantas cosas en mí que son tan deliciosas,
Cada momento y todo lo que ocurre me llena de alegría,
No sé cómo se doblan mis tobillos, ni la causa del más leve de mis deseos,
Ni de la amistad que suscito, ni de las amistades que me devuelven.
Al subir por las escaleras me detengo a reflexionar si no estoy soñando,
La madreselva en la ventana me satisface más que la metafísica de los libros.
¡Contemplar el amanecer!
La escasa luz que va borrando las sombras inmensas y diáfanas,
El sabor del aire es grato a mi paladar.
Retoños del cambiante mundo ascienden silenciosos en un juego inocente, fresco sudor,
Oblicuamente errando por todos lados.
Algo invisible está proyectando libidinosos dardos,
Torrentes de brillante zumo inundan el cielo.
La tierra por el cielo invadida, la cotidiana consumación de su boda,
El desafío del oriente sobre mi cabeza,
La burla mordaz: ¡Ya veremos quién es el amo!
25
Tremenda y deslumbrante, qué pronto me mataría la aurora
Si yo fuera capaz, ahora y siempre, de que de mí naciera la aurora.
Nosotros también ascendemos, tremendos y deslumbrantes como el sol.
Formamos nuestra propia aurora, oh, mi alma, en la paz y en la frescura del alba.
Mi voz persigue lo que mis ojos no pueden alcanzar,
Con un movimiento de la lengua abarco mundos y extensiones de mundos.
El habla es hermana gemela de la vista, no puede medirse a sí misma,
Continuamente me provoca, me dice con sarcasmo:
Walt, tú encierras tantas cosas, ¿por qué no las dejas salir?
Vamos no quiero que me atormentes, tienes demasiada fe en el lenguaje,
¿No sabes acaso, oh lenguaje, que los brotes se doblan bajo su peso?
Aguardando en la sombra, cubierto por la escarcha,
El cieno retrocede ante mis proféticos gritos,
Yo, fundamento de las cosas, las equilibro,
Mi conocimiento es mi vida, corresponde a la verdad de todas las cosas,
Felicidad (que todo el que me oye salga este día a buscarla).
Te niego mi mérito final, no quiero despojarme de lo que realmente soy.
Abarco mundos, pero no trato nunca de abarcarme,
Reúno lo más delicado y lo mejor que hay en ti con sólo mirarte.
La escritura y la charla no me revelan,
Llevo en el rostro la plenitud y la prueba de todas las cosas,
Con deliciosos labios puedo refutar al escéptico.
26
Ahora no haré otra cosa que escuchar,
Para que lo escuchado aumente mi canto, para que los sonidos lo enriquezcan.
Oigo alardes de pájaros, el rumor del trigo que crece, el secreto de las llamas, el restañar de los leños que me preparan la ro mida,
Oigo el sonido que más quiero, el de la voz humana,
Oigo todos los sonidos, corren a la par, se entrelazan, se unen o se buscan,
Sonidos de la ciudad o sonidos fuera de la ciudad, sonidos del día y de la noche,
Niños locuaces con quienes los aman, la fuerte risa de los obreros en la mesa común,
La airada voz de las amistades truncadas, la tenue voz de los enfermos,
El juez con las manos sobre la mesa pronuncia con pálidos labios la sentencia de muerte,
El grito de los estibadores que descargan junto a los muelles, el estribillo de los marineros que levan anclas,
Las campanas de alarma, el grito de incendio, el apresurado estrépito de los iluminados carros con las mangueras y los premonitorios silbatos,
El pito de vapor, el pesado rodar del tren y de los vagones,
La lenta marcha que dirige el cortejo, que avanza de dos en dos,
(Van a hacer guardia ante un cadáver, las banderas llevan crespones negros).
Escucho el violonchelo (es la queja del corazón del muchacho),
Escucho la corneta de llaves, se desliza por mis oídos
Y suscita latidos incomprensiblemente dulces en mis entrañas y en mi pecho.
Y escucho el coro de la ópera,
¡Ah, esto en verdad es música, esto me gusta!
Me colma un tenor, vasto y nuevo como la creación,
Me exalta el caudal de su voz.
Escucho la afinada voz de la soprano (¿qué relación tiene con mi canto?),
La orquesta me hace describir órbitas más vastas que las de Urano,
Me arranca ardores cuya existencia yo ni siquiera sospechaba,
Me lleva al mar, entro con mis pies desnudos que mojan las olas indolentes,
Iracundas y amargas olas me cortan, casi me ahogo.
Saturado de dulce morfina me asfixio simulando a la muerte,
Me libro al fin para enfrentarme con el enigma de los enigmas,
El enigma del Ser.
27
Ser en cualquier forma, ¿qué es eso?
(Giramos y giramos para volver al mismo punto, todos nosotros, sin fin),
Si no hubiera nada más evolucionado que la almeja en su insensible valva, eso bastaría.
Mi valva no es insensible,
Tengo instantáneos conductores que recorren mi cuerpo, en el movimiento o en la inquietud,
Se apoderan de cada cosa y hacen que sin dolor entren en mí.
Me basta remover, apretar, sentir con los dedos para ser feliz.
Apenas puedo resistir el roce de mi cuerpo o el de otro.
28
¿Es éste mi roce?, que hace vibrar en mí una nueva identidad,
El fuego y el éter se precipitan por mis venas,
Mis extremidades traidoras se apresuran a ayudarlos,
Mi carne y mi sangre lanzan el rayo que ha de herir lo que apenas difiere de mí,
Por todas partes me provocan, lascivas, y paralizan mis miembros,
Exprimen la ubre de mi corazón para extraer sus gotas reprimidas,
Obran licenciosamente conmigo, no toleran el no,
Deliberadamente me despojan de lo mejor que poseo,
Desabrochan mis ropas sujetándome por la cintura,
Embaucando mi confusión con la paz de la luz del día y de los campos,
Rechazando impúdicamente los otros sentidos,
Sobornándolos para que se transformen en tacto y se alejen de mí,
Sin la menor consideración, sin que les importe mi fuerza que se agota,
Llaman al resto del rebaño para que se divierta;
Luego todos se juntan en un promontorio para fastidiarme.
Los centinelas abandonan todas las otras partes de mi cuerpo,
Me han dejado desamparado a merced de un rojo asesino,
Todos acuden al promontorio para acusarme y atacarme.
Los traidores me han entregado,
Balbuceo de manera insensata, me he vuelto loco, soy el que traiciona,
Yo fui el primero que arribé al promontorio, mis propias manos me llevaron.
¡Tacto malvado!, ¿qué estás haciendo? El aliento se corta en la garganta,
Ya no puedo más! ¡Abrid las compuertas!
29
¡Tacto ciego, luchador, amoroso, tacto envainado en el que acechan crueles colmillos!
¿Te ha dolido tanto dejarme?
Despedida perseguida por la llegada, perpetuo pago de una deuda perpetua,
Lluvia torrencial y más torrencial y abundante la recompensa.
Los retoños germinan y se acumulan, crecen junto a la acequia,
Proyectan visiones masculinas vastas y de oro.
30
Todas las verdades aguardan en todas las cosas,
Ni se apresuran ni se demoran,
No precisan el forceps del cirujano,
Para mí lo mínimo no es menos importante que lo demás,
(¿Qué puede ser mayor o menor que un roce?)
Ni la lógica ni los sermones convencen,
La humedad de la noche me penetra con más intensidad.
(Sólo lo que por sí mismo es evidente a cualquier hombre o cualquier mujer, es así,
Solo es así lo que nadie niega).
Una gota y un minuto me bastan para sosegar mi cerebro,
Creo que los húmedos terrones serán alguna vez amantes y lámparas,
Y que el alimento de un hombre o de una mujer es un compendio de compendios.
Y que lo que los atrae y los une es una cumbre y una flor,
Y que se ramificarán infinitamente hasta saberlo todo,
Y hasta que todos nos deleiten y los deleitemos a todos.
31
Creo que una hoja de hierba no es menos que el camino recorrido por las estrellas,
Y que la hormiga es perfecta, y que también lo son el grano de arena y el huevo del zorzal,
Y que la rana es una obra maestra, digna de las más altas,
Y que la zarzamora podría adornar los salones del cielo,
Y que la menor articulación de mi mano puede humillar a todas las máquinas,
Y que la vaca paciendo con la cabeza baja supera a todas las
estatuas,
Y que un ratón es un milagro capaz de confundir a millones de incrédulos.
Siento que en mi ser se incorporan el gneis, el carbón, el musgo de largos filamentos, las frutas, los granos, las raíces comestibles,
Y que estoy hecho de cuadrúpedos y de pájaros,
Y que puedo recuperar cuanto he dejado atrás,
Pero que puedo hacerlo volver cuando se me antoje.
En vano la timidez o la prisa,
En vano las rocas incandescentes arrojan sobre mí su antiguo calor,
En vano el mastodonte se oculta detrás del polvo de sus huesos,
En vano los objetos se alejan leguas y leguas y toman muchas formas,
En el mar se oculta en las cavernas donde tienen su guarida los monstruos,
En vano el buitre tiene por morada el cielo,
En vano la serpiente se desliza entre las lianas y los troncos,
En vano el alce busca las honduras recónditas de la selva,
En vano el cuervo marino tiende el vuelo hacia el norte, hacia el Labrador,
Lo sigo velozmente, trepo al nido que está en la grieta del peñasco.
32
Creo que podría vivir con los animales, son tan secretos y tan plácidos,
Me detengo y me demoro mirándolos.
No se atormentan ni se quejan de su condición,
No se quedan despiertos toda la noche ni lamentan sus culpas,
No me abruman con discusiones de sus deberes para con Dios,
Ni uno solo está descontento, ni uno solo está dominado por la locura de tener cosas,
Ni uno solo se arrodilla ante otro, así fuera de su especie que vivió hace miles de años,
Ni uno solo es decente o desdichado en toda la faz de la tierra.
De esta manera muestran sus relaciones conmigo y yo las acepto,
Me traen señales de mí mismo, muestran claramente que las poseen.
Querría saber dónde han hallado esas señales,
¿He recorrido ese camino hace mucho tiempo y las he dejado caer?
Avanzando ahora y antes y siempre,
Agrupándolos y mostrándolos cada vez en mayor cantidad,
Infinitos y omnígenos, y sus semejantes con ellos,
Sin exigir demasiado de quienes ahora son mis recuerdos,
Eligiendo alguno que quiero y yéndome fraternalmente con él.
Gigantesca hermosura de un padrillo fresco y sensible a mis caricias,
De alta y amplia frente,
Patas lustrosas y ágiles, cola que barre el suelo,
Ojos de chispeante malicia, orejas finamente dibujadas que flexiblemente se mueven.
Se dilatan las narices al sentir mis talones que lo oprimen,
Su perfecto cuerpo se estremece de placer cuando corremos.
Te cabalgo un minuto y después te dejo, pradillo,
¿Para qué me haces falta si yo puedo andar más ligero?
Aunque esté sentado o de pie, siempre te dejo atrás.
33
¡Espacio y Tiempo! Ahora compruebo que es verdad lo que presentía,
Lo que presentía al estar tirado en el pasto,
Lo que presentía al descansar en mi cama,
Y también al caminar por la playa bajo las tenues estrellas de la mañana.
Mi lastre y mis amarras me dejan, mis codos se apoyan sobre los oleajes del mar,
Escalo cordilleras, las palmas de mis manos abarcan continentes,
Camino con la vista.
Junto a las casas rectangulares de la ciudad, en barracas de tablas, acampando con los hacheros,
Por los polvorientos caminos con molinetes, por los arroyos secos y las cañadas,
En mi cebollar o pisando filas de zanahorias y de berros, atravesando sabanas, abriendo picadas en los bosques,
Gateando tierras desconocidas, cavando en busca de oro, cercando de arboles el nuevo terreno,
Con los tobillos abrasados por la arena ardiente, remolcando mi bote por las aguas playas del río,
Donde la pantera merodea de un lado a otro sobre las ramas de un árbol, donde el ciervo se vuelve con furia contra el cazador,
Donde la serpiente de cascabel se asolea sobre la roca, donde la nutria se alimenta de peces,
Donde el áspero caimán duerme junto a la isla,
Donde el oso negro busca miel o raíces, donde el castor golpea el lodo con la cola achatada,
Sobre los plantíos de caña de azúcar, sobre las flores amarillas de los algodonales, sobre los arrozales de las tierras bajas y anegadizas,
Sobre los aleros de la granja con sus cornisas festoneadas y esbeltos brotes de las zanjas,
Sobre os nísperos del oeste, sobre el maizal de largas hojas, sobre el delicado lino de flores azules,
Sobre el trigo limpio y tostado, susurrando y zumbando como los otros,
Sobre oscuro verde del centeno cuando se inclina y se oscurece kilo la brisa,
Escalando montañas, trepando cuidadosamente hacia lo alto, aferrándome a las ramas bajas y ásperas,
Caminando por el sendero o entre el pasto y abriéndome camino por la maleza,
Donde la codorniz está silbando entre los bosques y el trigal,
Donde la codorniz está silbando entre los bosques y el trigal,
Donde gira el murciélago en los atardeceres de julio, donde el morme escarabajo de oro se deja caer en la penumbra,
Donde el manantial surge entre las raíces del árbol viejo y corre hacia el prado,
Donde sestea el ganado y con el movimiento de la piel espanta las moscas,
Donde los repasadores cuelgan en la cocina, donde los morillos descansan sobre la losa del hogar, donde las telarañas cubren las vigas,
Donde golpean los martillos de la fragua, donde la prensa hace girar sus cilindros,
Donde los corazones humanos laten con angustia bajo los pechos,
Donde el globo en forma de pera se eleva por el aire (navegando en él y mirando tranquilamente hacia abajo),
Donde va el alambre carril, donde el calor del sol empolla los huevos color verde pálido en las dunas de arena,
Donde la ballena nada con su cría y no la abandona,
Donde el vapor va desplegando su penacho de humo,
Donde la aleta del tiburón corta el agua como un cuchillo,
Donde el bergantín incendiado corre por aguas desconocidas,
Donde brotan los hongos en la cubierta viscosa sobre la cual se pudren los muertos,
Donde la constelada bandera flamea a la cabeza del regimiento,
Acercándose a Manhattan por la larga isla,
Bajo el Niágara, la catarata cayendo como un velo sobre mi cara,
Sobre el umbral, sobre el apeadero de madera o afuera,
En las carreras, o disfrutando un picnic o un baile o un buen partido de baseball,
En fiestas de hombres solos, con bromas groseras, libertinaje irónico, bailes obscenos, borracheras y risotadas,
En el lagar de la sidra probando la dulzura del mosto moreno, sorbiendo el jugo con una paja,
Mondando manzanas, pidiendo un beso por cada fruta roja que encuentro,
En los desfiles, en las fiestas en la playa, en reuniones de amigos, desgranando el maíz, construyendo casas,
Donde el mirlo burlón entona sus deliciosos trinos, arrullos, gritos, quejas,
Donde la parva de heno está en el patio de la granja, donde se desparraman los tallos secos, donde la vaca de cría espera en el galpón,
Donde el toro avanza para cumplir su obra viril, donde el padrillo busca la yegua, donde el gallo pisa la gallina,
Donde pacen las terneras, donde los gansos pican el grano con sacudones cortos,
Donde las sombras del ocaso se alargan sobre la ilimitada y vasta llanura,
Donde las manadas de búfalos abarcan lentamente las leguas,
Donde brilla el colibrí, donde el cuello del viejo cisne se curva y ondula,
Donde graznan y vuelan las gaviotas junto a la orilla y ríen con su risa casi humana,
Donde se alinean las colmenas en el jardín sobre una tabla gris, casi tapadas por las altas hierbas,
Donde las perdices de cuello rayado yacen en círculo en el suelo con la cabeza afuera,
Donde los coches fúnebres pasan bajo el arco del cementerio,
Donde los lobos del invierno aúllan en los desiertos de nieve y entre los árboles cubiertos de escarcha,
Donde la garza de cabeza amarilla se acerca de noche al borde de la ciénaga y se alimenta de pequeños cangrejos,
Donde las salpicaduras de los que nadan y se zambullen refrescan el ardor del mediodía,
Donde el grillo ejecuta su escala en el nogal cerca del pozo,
Por los sembrados de citrus y de calabazas con hojas como alambres de plata,
Por las salinas, por los naranjales o la sombra de los pinares,
Por el gimnasio, por la cortina de cuentas de la taberna, o en la oficina o en la Intendencia,
Contento con la gente del país y con los extranjeros, contento con lo nuevo y con lo viejo,
Contento con la mujer fea y con la que es linda,
Contento con la cuáquera que se quita el sombrero y habla con melodiosa voz,
Contento con la música del coro en la iglesia blanqueada,
Contento con las graves palabras del elocuente predicador metodista, emocionado por la piadosa congregación en medio del campo,
Mirando toda la mañana las vidrieras de Broadway con la nariz aplastada contra los viejos cristales,
Caminando esa misma tarde con la cabeza alzada hacia las nubes por una callejuela o por la playa,
Paseando del brazo de dos amigos y yo en el medio,
Volviendo a casa con el taciturno campesino de mejillas oscuras (me sigue a caballo al caer la noche),
Lejos del campamento observando las huellas de los animales o de los mocasines.
Junto a la cama, en el hospital sirviendo limonada al que tiene fiebre,
Junto al ataúd cuando todo está quieto, mirando al muerto a la luz de una vela,
Viajando a cada puerto para traficar en pos de aventuras,
Apresurándome con la turba del día, tan impaciente y tan ansiosa como cualquiera,
Enfurecido con alguien que odio y listo a acuchillarlo,
Solo, a medianoche, en el patio del fondo, sin pensar en nada desde hace tiempo,
Recorriendo las antiguas colinas de Judea con el hermoso y dulce Dios a mi lado,
Atravesando el espacio, atravesando el cielo y las estrellas,
Atravesando los siete satélites y el ancho anillo y el diámetro de ochenta mil millas,
Volando con los meteoros, arrojando esferas de fuego con ellos,
Llevando la luna creciente que lleva en el vientre a su propia madre,
Ungiendo de ira, gozando, jugando, amando, amonestando,
Apoyando y llenando, apareciendo y desapareciendo,
Recorro los caminos del día y los caminos de la noche.
Visito los huertos de las esferas y contemplo su obra,
Quintillones de fruta madura y de fruta verde.
Mi alma insaciable y fluida emprende su vuelo, no hay sonda que lo mida.
Tomo lo material y lo inmaterial,
No hay ley ni guardián que puedan impedírmelo.
Amarro el ancla de mi nave sólo por un momento,
Mis mensajeros parten continuamente o me traen su mensaje.
Salgo a cazar el oso polar y las focas saltando precipicios, apoyado en mi bastón con punta de hierro, aferrándome a azulados y quebradizos témpanos.
Subo a la carreta,
En la alta noche tomo mi lugar en el nido del cuervo,
Divisamos el Océano Ártico, hay bastante luz,
A través de la clara atmósfera contemplo la hermosura prodigiosa,
Las enormes masas de hielo pasan a mi lado y yo al lado suyo, el espectáculo es claro en todas direcciones,
Las blancas cimas de los montes se ven a la distancia, lanzo mi fantasía hacia ellos,
Nos acercamos a un inmenso campo de batalla donde nos batiremos ( ion cauteloso paso atravesamos los colosales puestos avanzados del campamento,
O llegamos a los suburbios de una vasta ciudad en ruinas,
Los muros y la destrozada arquitectura valen más que todas las ciudades vivientes que hay en el mundo.
Soy un aventurero, acampo junto a las fogatas en las avanzadas,
Echo al novio de la cama y me quedo con la novia,
Lo estrecho toda la noche contra mis muslos y mis labios.
Mi voz es la voz de la esposa, el grito junto a la baranda de la escalera,
Suben el cuerpo de mi hombre empapado y ahogado.
Comprendo el ancho corazón de los héroes,
El coraje de hoy y de todos los tiempos,
Comprendo cómo el capitán vio los restos del vapor sin timón y la Muerte persiguiéndolos a través de la tormenta,
Como se afirmó y no retrocedió una pulgada, y cómo fue leal día y noche,
Y con grandes letras de tiza escribió en una tabla: No se desalienten, no hemos de abandonarlos.
Y cómo los siguió y no los dejó,
Y cómo al fin salvó a todos los náufragos,
Cómo las descarnadas mujeres de ropa suelta pasaron de su gran sepultura abierta a los botes,
Y el aspecto de los niños callados de cara envejecida, de los enfermos que tuvieron que alzar y de los hombres con labios apretados y la barba crecida.
Todas estas cosas absorbo, me saben bien, me gustan y son mías,
Yo soy el hombre, yo padecí, yo estaba allí.
La indiferencia y la serenidad de los mártires,
La madre de otros siglos condenada a muerte por bruja, quemada con leña y sus hijos mirándola,
El esclavo acosado, exhausto en su fuga, apoyado en el cerco, jadeante, cubierto de sudor,
Los dolores punzantes en las piernas y en el pescuezo, la descarga asesina y el balazo,
Todo lo siento y lo soy.
Soy el esclavo perseguido, las mordeduras de los perros me hieren,
El infierno y la desesperación se ciernen sobre mí, los tiradores repiten la descarga,
Me aferro a la baranda del cerco, sangre y sudor gotean de mi carne,
Los jinetes urgen sus caballos que se resisten, me cercan,
Injurian mis oídos aturdidos y me golpean la cabeza con los rebenques.
Las agonías son mis mudas de ropa,
No pregunto al herido cómo se siente, soy el herido,
Mis heridas se oscurecen mientras las miro apoyado en mi bastón.
Soy el bombero hecho pedazos, roto el esternón,
Los muros me sepultan en su caída,
Aspiré calor y humo, oí la gritería de mis compañeros,
Oí el sonido lejano de sus picos y de sus palas,
Han retirado ya las vigas, con ternura me alzan.
Yazgo en el aire de la noche con mi camisa roja, el silencio que guardan es por mí,
Después de tanto sufrimiento ya no siento dolor, estoy exhausto, pero ya no tan desdichado,
Blancos y hermosos son los rostros que me rodean, se han quitado los cascos,
La arrodillada muchedumbre se borra entre el fulgor de las antorchas.
Los ausentes y los muertos resucitan,
Son la esfera del reloj y son las agujas, yo mismo soy el reloj.
Soy un viejo artillero, cuento el bombardeo de nuestro fuerte,
Estoy ahí otra vez.
De nuevo el largo retumbar de los tambores,
De nuevo el ataque de los cañones y de los morteros,
De nuevo llega a mis oídos el cañón que responde.
Participo en la acción, todo lo veo y todo lo oigo,
Los gritos, las injurias, el fragor, el aplauso por la puntería certera,
La ambulancia que pasa lentamente dejando su reguero de sangre, jornaleros en busca de las brechas, reparando las más indispensables,
La caída de las granadas atravesando el techo destruido, la explosión en forma de abanico,
El crujir de miembros, de cabezas, de piedras, de tablas, de hierro al saltar por los aires.
De nuevo el estertor de mi general que agoniza y furiosamente agita las manos,
Y ahogándose en la sangre murmura estas palabras: No se ocupen de mí, defiendan las trincheras.
34
Ahora refiero lo que me contaron en Texas en mi niñez,
(No cuento la caída de Álamo,
Nadie se salvó para contar la caída de Alamo,
Los ciento cincuenta hombres siguen callados en Alamo),
Es la historia del asesinato a sangre fría de los cuatrocientos doce muchachos.
En su retirada formaron un cuadro con su bagaje como defensa,
Novecientas vidas de los enemigos que los cercaban, nueve veces su número, fue el precio adelantado que cobraron,
Su coronel estaba herido y ya no les quedaban municiones,
Aceptaron una honrosa capitulación, recibieron las condiciones firmadas y selladas, entregaron sus armas y marcharon como prisioneros de guerra.
Eran la flor de los hombres de la frontera
Incomparables para el caballo, para el rifle, para el canto, para la comida, para el amor.
Grandes, turbulentos, generosos, gallardos, altivos y afectuosos,
Barbados, curtidos por el sol, vestidos a la descuidada manera de los cazadores,
Ninguno había cumplido treinta años.
El segundo lunes por la mañana los sacaron en grupos y los mataron; era el principio de un hermoso verano,
La faena comenzó a eso de las cinco y duró hasta las ocho.
Ninguno acató la orden de arrodillarse,
Algunos se arrojaron vanamente sobre sus asesinos, otros se quedaron de pie, erguidos, impávidos,
Algunos cayeron enseguida alcanzados en la sien o en el pecho, los vivos y los muertos yacían juntos,
Los mutilados y despedazados arañaban el polvo, los que llegaban después ahí los veían,
Algunos moribundos trataron de salvarse arrastrándose,
A ésos los remataron con la bayoneta o con la culata de los fusiles,
Un niño de diecisiete años se aferró a su asesino hasta que dos de sus compañeros acudieron a socorrerlo,
Los des quedaron con la ropa deshecha y bañada en sangre.
A las once empezaron a quemar los cuerpos;
Tal es la historia del asesinato de los cuatrocientos doce muchachos.
35
¿Quieren que les refiera un viejo combate naval?
¿Quieren saber quién fue vencedor a la luz de la luna y de las estrellas?
Oigan la historia tal como me la contó mi bisabuelo materno, el marinero.
Nuestro enemigo no era un cobarde en su barco,
El suyo era el taciturno coraje de los ingleses y no hay ninguno más tenaz y más firme, y nunca lo habrá;
Al caer la noche se nos acercó y espantosamente abrió fuego.
Nos trabamos con él, se enredaron las vergas, los cañones ya se tocaban.
Nuestro capitán aseguró los cables con sus propias manos.
Habíamos recibido unas dieciocho descargas en la quilla,
A la primera, dos cañones estallaron en la cubierta inferior matando a quienes los rodeaban y arrojándolos por el aire.
Combatiendo al atardecer, combatiendo de noche,
A las diez brillaba la luna llena, aumentaban las brechas, el agua ya alcanzaba cinco pies,
El contramaestre puso en libertad a los prisioneros en la bodega para que pudieran salvarse.
Los centinelas nos prohibieron pasar por la Santa Bárbara,
Vieron tantas caras extrañas que ya no sabían en quién confiar.
Nuestra fragata se incendia,
Los contrarios preguntan si nos rendimos,
Si queremos arriar la bandera y terminar la lucha.
Ahora me río satisfecho porque oigo la voz de mi pequeño capitán:
No vamos a arriar la bandera, dice tranquilamente, apenas si hemos empezado a pelear.
Solo nos quedan tres cañones,
El capitán en persona lo apunta contra el mástil del enemigo,
Dos descargas de metralla silencian sus fusiles y arrasan la cubierta.
Sólo los marineros de las cofas secundan el fuego de esta pequeña batería, especialmente los de la cofa de gavia,
Actúan con valor durante todo el combate.
No hay un solo instante de tregua,
Las bombas no dan para las brechas, el fuego amenaza la Santa Bárbara.
Han destruido una de las bombas, todos creen que estamos hundiéndonos.
El pequeño capitán sigue de pie, sereno,
No se apresura, habla con voz natural,
Sus ojos brillan más que sus fanales de abordo.
Hacia las doce de la noche, bajo los rayos de la luna, se rinde el enemigo.
36
Rígida y quieta yace la medianoche,
Dos grandes cascos inmóviles sobre el pecho de las tinieblas,
Nuestro barco va a la deriva y lentamente se hunde, nos disponemos a pasar al barco que ganamos,
El capitán, en el alcázar, con la cara blanca como una sábana, fríamente da órdenes.
A su lado, el cuerpo del niño que le servía en el camarote,
Laara muerta del viejo marinero, de largo pelo blanco y de bien cuidadas patillas,
Las llamas, a pesar de nuestro esfuerzo, oscilando arriba y abajo,
Las roncas voces de los dos o tres oficiales que todavía pueden cumplir con su deber,
Montones informes de cuerpos y de jirones de carne humana adheridos a los mástiles y a las vergas,
Jarcias, aparejos que cuelgan, ligeras sacudidas causadas por la agitación de las olas,
Cañones negros e impasibles, desordenados paquetes de pólvora, penetrante olor.
Arriba, unas cuantas grandes estrellas brillando silenciosas y tristes,
Delicadas ráfagas de la brisa del mar, olor del pasto y de los juncos que llega de la ribera, mensajes que los muertos han encargado a los sobrevivientes,
El silbido del bisturí del cirujano, los dientes roedores del serrucho,
Jadeos, sonidos guturales, salpicar de la sangre que gotea, breve grito frenético, y después un apagado y largo gemido;
Esto es así, esto es irreparable.
37
¡Alerta, holgazanes! ¡A las armas!
Se agolpan en las puertas conquistadas. ¡Estoy loco!
Encarno a todos los acosados y a todos los que sufren,
Me veo encarcelado con un rostro que no es el mío,
Y siento su dolor sordo y constante.
Por mí los carceleros se echan la carabina al hombro y me vigilan,
Soy yo al que dejan salir a la mañana y encierran a la noche.
No hay un rebelde que vaya esposado a la cárcel y a quien yo no acompañe; estoy esposado también y camino a su lado,
(No soy el que está alegre, soy el que avanza silencioso con temblorosos labios húmedos.)
No hay un muchacho acusado de robo sin que yo esté también en el banquillo, y me juzguen y me condenen.
No hay un enfermo de cólera que exhale su último suspiro sin que yo agonice con él,
Mi rostro es ceniciento, mis músculos están tensos, la gente se aparta de mí.
Los pordioseros se encarnan en mí y yo me encarno en ellos,
Tiendo mi sombrero, me siento avergonzado y pido limosna.
38
¡Basta! ¡Basta! ¡Basta!
De algún modo me han aturdido. ¡Ábranse, déjenme respirar!
Déjenme un rato libre para que me reponga del golpe, del vértigo, de los sueños, de los bostezos,
Estoy al borde de un error habitual.
¡Si pudiera olvidar las burlas y las afrentas!
¡Si pudiera olvidar las lágrimas, los golpes de los palos y de los martillos!
Si pudiera mirar con indiferencia mi propia crucifixión y mi coronación de espinas.
Ahora lo recuerdo,
Reconstruyo la escena;
La tumba de piedra multiplica lo que a ella le confiaron, o a todas;
Los muertos resucitan, se cierran las heridas, mis ligaduras se desprenden.
Avanzo con supremo vigor, soy parte de una procesión común e infinita,
Nos internamos tierra adentro o seguimos las costas atravesando las fronteras,
Nuestro ejército cubre todos los confines de la tierra,
Las llores que adornan nuestros sombreros son la obra de millones de años.
¡Discípulos, yo os saludo! ¡Adelante!
Seguid anotando, seguid preguntando.
39
¿Quién es este salvaje amistoso y gárrulo?
¿Espera la civilización, o la ha dejado atrás y la ha dominado?
¿Es un hombre del sudoeste y ha sido criado a la intemperie? ¿Es un canadiense?
¿Viene de las tierras del Mississippi, de Iowa, de Oregon, de California?
¿De la montaña, de las praderas, de los bosques, o un marino del mar?
Dondequiera que vaya, los hombres y las mujeres lo desean y lo aceptan,
Quieren que los quiera, que los toque, que les hable, que se quede con ellos.
Obra sin ley, como los copos de nieve, sus palabras son simples como la hierba, el pelo despeinado, risas e ingenuidad,
Lento el andar, comunes las facciones, emanando sencillez y modestia,
Brotan de un modo nuevo desde las puntas de los dedos,
Flotan en el aire con el olor de su cuerpo o de su aliento, salen de la mirada de sus ojos.
40
So jactancioso, no me hace falta tu calor,
No iluminas más que las superficies, yo ilumino las superficies y las profundidades.
¡Tierra! Pareces buscar algo entre mis manos;
Dime, ilustré anciana, ¿qué es lo que buscas?
Hombre o mujer, querría decirte cuánto te quiero, pero no puedo,
Y querría decirte lo que hay en mí o en ti, pero no puedo,
Y querría decirte la congoja que siento, la que día y noche me acosa.
Sepan que no doy conferencias ni limosnas,
Cuando doy, me doy a mí mismo.
Tú ahí, impotente, con las rodillas flojas,
Ábrete el cuello, infundiré calor en tu cuerpo,
Abre palmas de tus manos y ahueca tus bolsillos,
No toleraré que me nieguen, insisto, me sobran las riquezas,
Y todo lo que tengo lo doy.
No pregunto quién eres, nada me importa,
No puedes hacer nada ni ser nada sino lo que yo quiero.
Quiero al esclavo de los algodonales o al que limpia las cloacas,
Le beso la mejilla derecha como a un hermano,
Y juro por mi vida que nunca lo negaré.
En las mujeres aptas para concebir engendro niños ágiles y fuertes.
(En este día arrojo la simiente de una república más soberbia).
Corro a la casa del que está agonizando y abro la puerta,
Echo las mantas hacia el pie de la cama,
Despido al médico y al cura.
Me inclino sobre el hombre que agoniza y lo levanto con una voluntad invencible,
No desesperes, he aquí mi cuello,
¡Por Dios, no morirás! Cuélgate de mí con todo tu peso.
Te infundo un tremendo aliento, te saco a flote,
Lleno todas las piezas de la casa con un ejército invencible,
Amantes míos que defraudan las tumbas.
Duerme, yo y ellos velaremos toda la noche,
Ni la duda ni el mal se atreverán a tocarte,
Te he abrazado y desde ahora serás mío,
Y cuando amanezca mañana sabrás que lo que te digo es verdad.
41
Traigo salud a los enfermos que jadean de espaldas,
Y traigo aún más salud a los hombres fuertes y erguidos.
He oído lo que se ha dicho del universo,
Lo he oído durante miles de años;
No digo que esté mal, ¿pero es eso todo?
Llego magnificando y afirmando,
Ofrezco más en la subasta que los prudentes viejos,
Tomo por cuenta propia la dimensión exacta de Dios,
Litografío a Cronos, a su hijo Zeus y a su nieto Hércules,
Compro dibujos de Osiris, de Isis, de Baal, de Brahma, del Buddha;
En mi cartera llevo a Manitú, a la izquierda a Alá y el grabado del crucifijo,
Junto con Odín y con las horrendas caras aztecas, y con cada ídolo y con cada imagen,
Aceptándolos a todos por lo que valen y ni un centavo más,
Reconociendo que vivieron y que cumplieron con su obra,
(Alimentaron a los pájaros que todavía no emplumaban y que tienen ahora que alzar el vuelo y cantar por sí solos).
Acepto los bosquejos divinos que nos dejaron y ahora los completo,y los reparto a cada mujer y a cada hombre que veo,
Descubro todo eso y aún más en el que levanta una casa,
Exijo aún más para el que maneja el mazo y el cincel con la camisa .¡i remangada,
No me opongo a las revelaciones divinas; pienso que una voluta de humo o el vello de una mano son tan prodigiosos como ellas;
Los muchachos sobre los carros de incendio, con sus escaleras de cuerdas, no valen menos para mí que los dioses de las antiguas guerras,
Oigo sus voces que se mezclan con el fragor de la destrucción,
Sus fuertes brazos pasan sin sufrir daño sobre las vigas incendiadas, sus blancas frentes surgen intactas de las llamas;
Junto a la mujer del mecánico que da el pecho a su hijo e intercede por lodos,
En la cosecha, tres guadañas silbando en fila manejadas por tres fuertes ángeles con la camisa suelta,
El posadero pelirrojo de dientes desparejos expiando sus pecados pasados y sus pecados venideros,
Vendiendo todo lo que posee, viajando a pie para costear los honorarios del abogado que ha de defender a su hermano, a cuyo lado se sentará mientras lo acusan por estafa,
Lo que fue sembrado con abundancia en mi pequeño huerto y no bastó a colmarlo;
El toro y el escarabajo no han sido lo bastante adorados,
Nadie ha soñado lo admirables que son la bosta y la inmundicia,
Lo sobrenatural no vale nada, con el tiempo yo seré también sobrenatural,
Ya está cercano el día en que yo haré tanto bien como los mejores y seré no menos maravilloso,
Por mis bultos de vida soy yo un creador rellenando ahora en el seno emboscado de las sombras.
42
Clamo en la multitud
Mi propia voz rotunda, impetuosa, definitiva.
Venid, mis hijos,
Venid, mis varones y mujeres, parientes y amigos íntimos,
Ahora el ejecutante muestra su destreza, ha concluido el preludio de las flautas.
Escribe fácilmente acordes ágiles, siento vuestra intensa armonía y vuestro final.
Mi cabeza da vueltas,
Rueda la música, pero no desde el órgano,
La gente me rodea, pero no es la gente de mi casa.
Siempre la tierra virgen y sin arar,
Siempre los que comen y los que beben, siempre el sol naciente y poniente, siempre el aire y las incesantes mareas,
Siempre yo y mis vecinos, alentadores, malvados, reales,
Siempre la antigua, inexplicable pregunta, siempre esa espina en el pulgar, siempre ese ahínco de inquietudes y de sedes,
Siempre la burla hostil, hasta que descubrimos dónde se agazapa el astuto y lo hacemos salir,
Siempre el amor, siempre el sollozante fluir de la vida,
Siempre la venda bajo el mentón, siempre la caja de la muerte.
Siempre los que caminan con los ojos bajos buscando monedas en el suelo,
Exprimen su cerebro para aplacar la gula de su vientre,
Compran billetes, toman, venden, pero no van nunca a la fiesta,
Muchos sudan, aran, trillan y reciben en pago el desecho,
Y unos pocos ociosos que reclaman para ellos el trigo.
Esta es la ciudad y yo soy uno de los ciudadanos,
Todo lo que interesa a los demás, me interesa a mí: la política, las guerras, los mercados, los diarios, las escuelas,
El intendente y el concejo, los bancos, las tarifas, los vapores, las fábricas, los títulos, los fondos, los bienes inmuebles y muebles.
Los innumerables homúnculos que pululan con levitas y cuellos almidonados.
Sé muy bien quiénes son (sé que no son gusanos ni pulgas),
Reconozco esos dobles de mí mismo, el más superficial y el más endeble es, como yo, inmortal;
Lo que hago y lo que digo, ellos lo harán y lo dirán,
Los pensamientos que en mí se debaten se debaten en ellos.
Conozco perfectamente mí egoísmo,
Sé que mis versos son omnívoros, pero he de seguir escribiéndolos,
Y te llevaré, quienquiera que seas, a mi nivel.
Este canto mío no es una rutina,
Está hecho de bruscas preguntas que llegan lejos y que todo lo acercan;
Este libro impreso y encuadernado —¿y qué hay del impresor y del muchacho de la imprenta?
Las bien tomadas fotografías —¿pero tu mujer o tu amigo, tangibles en tus brazos?
La negra nave revestida de hierro, los fuertes cañones en las torres —¿pero el coraje del capitán y de los foguistas?
en la casa, los platos, la comida, los muebles —¿pero el dueño y la dueña y la mirada de sus ojos?
Allí arriba el cielo —¿pero aquí, o al lado, o enfrente?
los santos y los sabios de la historia —¿pero tú mismo?
Los sermones, los credos, la teología —¿pero el insondable cerebro humano?
¿Y qué es la razón? ¿Y qué el amor, y qué la vida?
43
No os menosprecio, sacerdotes de todas las épocas y naciones,
Mi fe es de todas la mayor y la mínima,
Abarca las antiguas y las modernas y las que están entre ellas,
Creo que al cabo de cinco mil años volveré a la tierra,
Aguardo la respuesta de los oráculos, honro a los dioses y saludo al sol,
Hago un fetiche con una piedra o con un tronco de árbol, soy el brujo que agita su bastón en el círculo mágico,
Ayudo al lama o al brahmán a despabilar las lámparas de los ídolos,
Danzo por las calles en la procesión fálica; arrebatado y austero, soy un gimnosofista de los bosques,
Bebo la hidromiel en los cráneos, admiro los Shastas y los Vedas, obedezco al Corán,
Recorro el teocali, manchado con la sangre que gotea de la piedra y del cuchillo, toco el tambor de piel de serpiente,
Acepto los Evangelios, acepto a aquel que fue crucificado, sé que es divino,
Me arrodillo en la misa, estoy de pie cuando rezan los puritanos, o me siento en el banco de la iglesia pacientemente,
Echo espuma por la boca y desvarío en un ataque de locura, o espero, rígido como un muerto, que mi espíritu despierte,
Miro el pavimento y la tierra, o más allá del pavimento y la tierra,
Soy de los que giran sin fin en el círculo de los círculos.
Soy uno de la banda centrípeta y centrífuga, me vuelvo y hablo como un hombre que hace un encargo antes del viaje.
Abatidos, escépticos, tontos y rechazados,
Frívolos, hoscos, quejumbrosos, airados, sensibles descorazonados, ateos,
A todos os conozco, conozco el mar de los tormentos, de las dudas, de la desesperación y la falta de fe.
¡Cómo chapotean las aletas de la ballena!
¡Como giran veloces como relámpagos, entre estertores y efusiones de sangre!
Sosegaos, aletas sangrientas de los infieles y de los hoscos y quejumbrosos,
Tomo mi lugar entre vosotros como lo tomo entre los demás,
El pasado nos impulsa a todos, a vosotros, a mí, de la misma manera,
Y lo que aún no ha sido probado nos impulsa también de la misma manirá.
No sé lo que no ha sido probado y vendrá después,
Pero sé que a su tiempo será justo y no puede fallar.
El avance es tenido en cuenta y el que se detiene también, no hay un solo a quien falle.
No será olvidado el muchacho que murió y que fue sepultado,
Ni la muchacha que murió y fue enterrada a su lado,
Ni el asno que se asomó un instante a la puerta y no se lo volvió a ver,
Ni el anciano que ha vivido inútilmente y que lo reconoce con la amargura de la hiel,
Ni el tuberculoso del asilo, consumido por la sífilis y el alcohol,
Ni los asesinados y náufragos, ni el último salvaje de quien dicen que es un despojo humano,
Ni las actinias que no hacen otra cosa que flotar con la boca abierta para que la comida entre en ella,
Ni cosa alguna de la tierra ni de sus más remotos sepulcros,
Ni cosa alguna de las innumerables esferas ni de los innumerables seres que las habitan,
Ni el presente ni la brizna más tenue que conocemos.
44
Ha llegado la hora de explicarme, pongámonos de pie.
Me despojo de lo conocido.
Lanzo conmigo a todos los hombres y a todas las mujeres a lo Desconocido.
El reloj indica el momento —¿pero qué indica la eternidad?
Ya hemos agotado trillones de inviernos y estíos,
Quedan millones por delante y trillones después.
Los nacimientos nos trajeron riquezas y variedad.
Y otros nacimientos nos traerán riquezas y variedad.
No digo que uno sea mas y otro menos,
Lo que llena su tiempo y su lugar no es menos que cualquiera.
¿Fueron los hombres crueles o celosos contigo, hermano, hermana?
Lo siento por ti, no han sido crueles ni celosos conmigo,
Todo ha sido bueno conmigo, yo no guardo cuentas de quejas,
(¿Qué tengo yo que ver con las quejas?)
Soy un ápice de las cosas cumplidas y contengo las cosas que serán.
Mis pies tocan el ápice de los ápices,
En cada peldaño hay racimos de siglos, y mayores racimos entre un peldaño y otro,
He recorrido todos los de abajo y sigo ascendiendo.
Peldaño tras peldaño se inclinan a mis pies los fantasmas,
Veo en el fondo la vasta Nada primordial, y sé que estuve allí,
Yo esperaba siempre, invisible, durmiendo en la bruma letárgica,
Y no me apresuré y no me dañó el fétido carbono.
Mucho tiempo la sombra me cobijó —mucho tiempo.
Inmensa la preparación de mi ser,
Fieles y cariñosos los brazos que me sostuvieron.
Los cielos transportaron mi cuna remando y remando como alegres barqueros,
Para que yo pasara las estrellas cumplieron con sus órbitas,
Y enviaron su influjo para cuidar lo que al fin me recibiría.
Antes de que yo naciera de mi madre, las generaciones me guiaron,
Mi embrión no durmió nunca, nada pudo oprimirlo.
La nebulosa se condensó por él en un orbe,
Los lentos estratos se acumularon para que reposara en ellos,
Vastas vegetaciones lo alimentaron,
Saurios monstruosos lo transportaron en sus bocas y lo depositaron con cuidado.
Todas fuerzas trabajaron sin cesar para modelarme y deleitarme,
Y ahora estoy aquí, en este lugar,
Como mi alma robusta.
45
¡Oh, ámbito de la juventud! ¡Oh, elasticidad incansable!
¡Oh, madurez equilibrada, plena y cabal!
Mis amantes me ahogan,
Oprimen mis labios, se agolpan sobre los poros de mi piel,
Me empujan por las calles y por las tabernas y vienen a mí desnudos, de noche,
Y de día me gritan su saludo desde las rocas del río meciéndose y cantando sobre mi cabeza,
Mi llaman desde los canteros, desde los viñedos, desde la intrincada maleza,
Aciertan con cada instante de mi vida,
Acarician mi cuerpo con suaves caricias balsámicas,
Arrancan en silencio manojos de su corazón y me los entregan.
¡Vejez que asciende espléndidamente! ¡Bienvenida seas, gracia inefable de días que mueren!
Cada edad no sólo se proclama a sí misma, sino a las anteriores y venideras,
Y el oscuro silencio proclama tanto como las otras.
Abro de noche la ventana y miro las dispersas estrellas,
Y las que veo lindan con el principio de otras estrellas.
Se extienden más y más, se extienden sin fin.
Hasta afuera, hacia afuera y siempre hacia afuera.
Mi sol tiene su sol y dócilmente gira en torno suyo,
Forma con sus compañeros un grupo de círculos más amplios,
Y lo siguen otros mayores al lado de los cuales los más amplios son puntos.
Nada se detiene, nada se detendrá,
Si yo, tú y los mundos y todo lo que existe sobre su superficie o debajo, fuéramos reducidos de nuevo a una pálida nebulosa, a la larga no importaría,
Seguramente alcanzaríamos la etapa en que estamos ahora,
Y seguiríamos sin duda más lejos y más lejos aún.
Algunos cuatrillones de eras, algunos octillones de leguas cúbicas no ponen en peligro el proceso ni lo impacientan,
Todos son partes, todo no es otra cosa que una parte.
Por más lejos que mires, siempre habrá más allá el espacio sin límites,
Por más que cuentes, siempre habrá antes y después el tiempo sin límites.
Mi cita ha sido prefijada, segura;
Dios estará ahí esperándome.
46
Me ha tocado en suerte, lo sé, lo mejor del tiempo y del espacio; nunca he sido medido y no seré medido jamás.
El viaje que emprendo es eterno (¡que todos me oigan!).
Mis signos son un capote contra la lluvia, fuertes zapatos y un bastón cortado en el bosque,
En mi silla no sestean los amigos,
No tengo cátedra ni iglesia ni filosofía,
No llevo a ningún hombre a una mesa puesta, a la biblioteca, a la bolsa,
Pero a cada uno de vosotros, hombre o mujer, lo llevo a una cumbre,
Mi brazo izquierdo ciñe tu cintura,
Mi derecha señala los continentes y el gran camino.
Ni yo ni ningún otro puede andar por ti ese camino,
Eres ni quien debe andarlo.
No queda lejos, está a tu alcance,
Quizá estabas en él desde que naciste y no lo has sabido,
Quizá esté en todas partes, en mar y en tierra.
Échate tus prendas al hombro, hijo mío, y yo traeré las mías y apresurémonos;
Ciudades prodigiosas y naciones libres nos saldrán al paso.
Si te cansas, dame las dos cargas y apoya tu mano en mi cadera,
Y a su debido tiempo me devolverás el mismo servicio,
Porque ya emprendida la marcha nunca descansaremos.
Esta mañana, antes del alba, subí a una colina para mirar el cielo poblado,
Y le dije a mi alma: Cuando abarquemos esos mundos, y el conocimiento y el goce que encierran, ¿estaremos al fin hartos y satisfechos?
Y mi alma dijo: No, una vez alcanzados esos mundos proseguiremos el camino.
Tú también me interrogas y yo te escucho,
Contesto que no puedo contestar, tú mismo debes encontrar la respuesta.
Siéntate un momento, hijo mío,
Aquí tienes pan para comer y leche para que bebas,
Pero después de haber dormido y haber cambiado de ropa te beso con el beso del adiós y te abro la puerta para que salgas.
Demasiado tiempo has perdido en sueños deleznables,
Ahora te quito la venda de los ojos,
Debes acostumbrarte al brillo de la luz y de cada momento de tu vida.
Demasiado tiempo has vadeado, asido de una tabla en la orilla,
Ahora quiero que seas un nadador, que te arrojes al mar, que reaparezcas, que me hagas una seña, que grites y que agites el agua con tus cabellos.
47
Soy el maestro de atletas,
Quien pecho a pecho prueba la mayor anchura del suyo, prueba que el mío es ancho,
Nadie honra mi estilo mejor que el que aprende en él a destruir al maestro.
El muchacho que quiero no se hará hombre por la fuerza que yo le infunda, sino por derecho propio,
Será malo antes que virtuoso por mera conformidad o temor,
Querrá a su novia, saboreará la carne que come,
El no correspondido amor o el desdén lo harán sufrir más que el filo de un acero,
Será el primero en la doma de caballos, en la pelea, en dar en el blanco, en manejar un barco, en cantar o en tocar el banjo,
Preferirá las cicatrices, las barbas, la piel picada de viruelas a los rostros afeitados,
Y las caras curtidas por el sol a las que se cuidan del sol.
Enseño que se alejen de mí ¿pero quién puede alejarse de mí?
Quienquiera que tú seas, empiezo desde ahora a seguirte,
Mis palabras golpearán tus oídos hasta que las entiendas.
No digo estas cosas por un dólar, ni para hacer tiempo mientras llega el vapor,
(Tanto como yo, eres tú el que habla,
Yo soy la lengua que está atada en tu boca y se mueve en la mía).
Juro que bajo techo no volveré a mencionar el amor o la muerte,
Juro que no me confesaré sino con la mujer o el hombre que compartan conmigo el aire libre.
Si quieres entenderme llega a las cumbres o a la orilla del mar.
Cualquier insecto es una explicación, y una gota de agua o la agitación del mar, una clave;
El mazo, el remo, el serrucho apoyan mis palabras.
Ningún cuarto cerrado, ninguna escuela pueden hablar conmigo,
Pero sí la gente ignorante y los niños.
El joven artesano es el que está más cerca de mí, me conoce bien,
El leñador que lleva su hacha y su jarra me lleva con él todo el día,
El peón de chacra que ara el campo se alegra al oír mi voz,
En los navíos que zarpan, zarpan mis palabras, me voy con pescadores y marineros y los amo.
Son míos el soldado en el campamento y el soldado en la marcha,
En la noche anterior a la batalla, muchos me buscan y me mi encuentran,
En esa grave noche (tal vez la última), quienes me conocen me buscan.
Mi rostro loca el rostro del cazador que está acostado solo, envuelto en su manta;
Al carrero que piensa en mí no le importa el sacudón del carro,
La madre joven y la madre anciana me entienden,
La muchacha y la mujer descuidan la aguja un momento y ya no saben dónde están,
Ellas y todos quieren meditar en lo que yo les dije.
48
Dije que el alma no es más que el cuerpo,
Y dije que el cuerpo no es más que el alma,
Y que nada, ni Dios, es más que uno mismo,
Quien camina una milla sin amor, se dirige a su propio funeral envuelto en su propia mortaja;
Y yo y tú, sin tener un centavo, podemos comprar lo más precioso de la tierra,
Y la mirada de unos ojos o una arveja en su vaina confunden la sabiduría de todos los tiempos,
Y no ha y oficio ni profesión en los cuales el joven que los sigue no pueda ser un héroe,
Y no hay cosa tan frágil que no sea el eje de las ruedas del universo,
Y digo a cualquier hombre o mujer: Que tu alma esté serena y en paz ante millones de universos.
Y digo a la Humanidad: no hagas preguntas sobre Dios,
Porque yo que pregunto tantas cosas, no hago preguntas sobre Dios,
(No hay palabras capaces de expresar mi seguridad ante Dios y la muerte)
Escucho y veo a Dios en cada cosa, pero no lo comprendo en lo más mínimo,
Ni comprendo cómo pueda existir algo más prodigioso que yo mismo.
¿Por qué desearía yo ver a Dios mejor que en este día?
Algo veo de Dios en cada hora de las veinticuatro y en cada uno de sus minutos,
En el rostro de los hombres y de las mujeres veo a Dios, y en mi propio rostro en el espejo;
Encuentro cartas de Dios tiradas por la calle y su firma en cada una,
Y las dejo donde están porque sé que dondequiera que vaya
Otras llegarán puntualmente.
49
Y en cuanto a ti, Muerte, y a ti, amargo abrazo mortal, es inútil que trates de asustarme.
Sin vacilar llega el partero para cumplir su obra,
Veo su diestra mano que oprime, recibe, sostiene,
Y me inclino al borde de las exquisitas puertas flexibles,
Y observo la salida y observo la liberación y el alivio.
Y en cuanto a ti, Cadáver, pienso que eres un buen abono, pero eso no me desagrada,
Aspiro a la fragancia de las rosas blancas que de ti brotan,
Beso las flores que fueron labios, toco los pulidos senos de los melones
Y en cuanto a ti, Vida, pienso que eres la herencia de muchas muertes
(Sin duda he muerto ya diez mil veces).
Os oigo murmurar ahí arriba, estrellas del cielo,
Oh soles, oh hierba de las tumbas, oh perpetuas transferencias y promociones,
Si vosotros no decís nada, ¿qué puedo decir yo?
Del estanque turbio que lleva el bosque otoñal,
De la luna que se pierde en el precipicio del doliente crepúsculo,
Caed chispas del día y de la tarde —caed sobre los negros tallos que se pudren en el barro,
Caed sobre el confuso lamento de las ramas secas.
Asciendo de la luna, asciendo de la noche,
Comprendo que el resplandor espectral es el reflejo del mediodía,
Y desemboco en la continua corriente central con los pequeños y grandes seres.
50
Algo hay en mí —no sé lo que es— pero sé que está en mí.
Tenso y sudoroso —sereno y frío se hace luego mi cuerpo,
Duermo—, largamente duermo.
No la conozco —no tiene nombre, es una palabra no dicha,
No está en ningún diccionario, expresión o símbolo.
Gira sobre algo que es más que la tierra que me sostiene,
La creación es su amigo que me despierta con su abrazo.
Acaso yo podría decir más. ¡Bosquejos! —abogo por mis hermanos y por mis hermanas.
¿La veis, hermanos, hermanas?
No es el caos ni la muerte —es la forma, la unión, el orden—, es la vida eterna, es la Felicidad.
51
El pasado y el presente se borran, los he colmado, los he agotado,
Ahora me dispongo a colmar mi parte del futuro.
¡Tú, que me escuchas allá arriba! ¿Qué tienes que confiarme?
Comprendo que el resplandor espectral es el reflejo del mediodía,
Mira mi cara mientras aspiro el olor de la tarde,
(Habla sinceramente, nadie nos oye, sólo nos queda un minuto).
¿Me contradigo?
Muy bien, me contradigo.
(Soy amplio, contengo multitudes).
Me dirijo a los que están cerca y espero en el umbral.
¿Quién ha concluido su tarea? ¿Quién concluirá más pronto la cena?
¿Quién quiere salir a pasear conmigo?
¿Hablarás antes que me vaya? ¿Y estás fallándome?
52
El manchado halcón pasa al vuelo, me reprocha mi charla y mi demora.
A mi tampoco me han domado, yo también soy intraducible,
Lanzo mi graznido salvaje sobre los tejados del mundo.
El último fulgor del día se detiene a esperarme,
Arroja mi sombra como las otras y no menos fiel que las otras sobre la opaca llanura,
Me atrae hacia la niebla y la penumbra.
Me alejo como el aire, agito mis blancos rizos hacia el sol fugitivo,
Viendo mi carne en remolinos y la disperso en jirones de espuma.

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